Editorial

Similitud con el incienso

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Hacía mucho que no vivía la Semana Santa tan plena como este año y he comprobado que no es tanta la distancia que separa esa celebración de nuestro carnaval como a mí me parecía. He visto cofradías de preselección de cuartos, de semifinal y por supuesto de final. Las de preselección son aquellas que no mejoran en nada cada año, las de cuartos son las que traen algo nuevo (unos candelabros, un estandarte), las de semifinal serían la que estrenan mesa o palio e incluso alguna figura, y las de final serían las que todos conocemos por la cantidad de seguidores que disfrutan. En las dos fiestas existen los listos y entendidos en la materia esos que critican todo, las flores, el cortejo, la música, el público, la tele, los comentaristas y, cómo no, la carga. En carnaval existen los puristas del tango o del tres por cuatro, en Semana Santa se hallan los puristas de la carga y del 'mecío' gaditano. Es normal ver en la barra del Falla a los eruditos del tango y el pasodoble criticar o mofarse de aquel que ha actuado sobre las tablas y sacar su ira contra tanto modernismo. Aquí ha pasado igual, los castizos y tradicionalistas de esta santa semana han insultado e incluso escupido a cofradías por el simple hecho de ir a distinto paso de lo acostumbrado. Algunos de esos son los mismos que cuando canta el Selu echan pestes sobre su pasodoble pero en el fondo todos sabemos que se han reído con ellos como con nadie. Los mismos que cuando los coros empezábamos a hacer espectáculo, además de cantar tangos, nos tachaban de renegar de nuestras raíces y antepasados y que, por casualidades de la vida, ahora llevan más montaje y espectáculo que nadie.

Muchos me tacharán de frivolizar con la religión pero todos sabemos que salvo loables excepciones que sienten la semana de pasión con recogimiento y abstracción, nuestra cuna de la libertad está llena de intolerantes, sectarios y sabiondos tanto en Semana Santa como en carnaval.

Que ninguna tradición nuble la razón.