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Dioses de barro

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Cómicos, duermen vestidos, viven desnudos, beben la vida a tragos, son adorados, son calumniados, como dioses de barro...». La letra de la canción 'Cómicos' de Víctor Manuel me va a servir para que los autores de carnaval prevengamos nuestro futuro. Este arte nuestro de componer y escribir por febrero deja la mayoría de las veces muy buen sabor de boca pero es como el barro, es decir muy frágil y se diluye con el agua del fracaso. Los éxitos en el carnaval vienen por dos caminos, o bien ganando en el Concurso o bien conquistando la calle. Todo suelen ser besos, abrazos y halagos mientras que triunfes. Serás un autor genial y relevante, incluso te perdonarán muchos errores, hasta incluso tus excéntricas manías personales. Lo malo es cuando empiezas a perder. Nadie te llama, no hay abrazos, ni piropos, ni halagos. Tus genialidades se convierten en insólitas creaciones, tus excéntricas manías o tus extravagancias de bohemio, pasan de la noche a la mañana a ser rarezas de un artista agotado y caduco.

La mayoría de la gente que sale en carnaval, salvo excepciones, se arriman al sol que más calienta y si para ello tienen que derribar y vilipendiar a su dios de barro, lo hará. Eso pasa en todos los aspectos de la vida, el Carnaval no iba a ser una salvedad. Autores relevantes viven en sus carnes ese vaivén de popularidad y éxito en medida proporcional a sus triunfos o premios. La amistad y admiración generada por el carnaval es tan fugaz que solo se mantienen a base de repartos, excursiones, cenas, copas y placas de agradecimientos. Esos 'amigos' y admiradores te darán la espalda en cuanto vean la aguja marearse o encuentren a otros que le ofrezcan algo mejor.

El autor que se crea un Dios o un genio indispensable en el carnaval está muy equivocado. Y el que se crea estar rodeado de amigos y admiradores más aún. Las mismas manos que moldean el barro de un ídolo para su adoración, son las mismas que más tarde echaran el agua para disiparlo en el fango.