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Biden da oxígeno a Obama

El sólido papel del vicepresidente en su cara a cara con el republicano Ryan saca de la frustración a los demócratas

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Orgullo. Esa era ayer la palabra más repetida por los demócratas cuando se les preguntaba por el debate entre vicepresidentes de la noche anterior. Joe Biden le había soltado al segundo de Mitt Romney todo lo que Barack Obama dejó escapar la semana pasada, eso que las bases gritaban a coro en los bares. El campechano vicepresidente, conocido por su habilidad para debatir, fue la válvula de escape que canalizó la frustración de los demócratas y proporciona un balón de oxígeno al mandatario hasta que vuelva el martes al cuadrilátero.

«Es bueno saber que nos guardamos las espaldas», decía un correo de campaña de Barack Obama, que ha perdido el liderazgo en las encuestas después de una mala noche. Si ése fue el caso, tendrá la oportunidad de desquitarse en la Universidad de Hofstra de Nueva York, donde el formato de plaza pública en el que la audiencia hace preguntas le resultará más propicio. Pero si, como temen muchos, el presidente estadounidense es mucho mejor orador que contendiente verbal, sus esperanzas de ser reelegido pueden desvanecerse en hora y media.

Joe Biden, que desde 1973 ha defendido su asiento en el Senado, le dio al presidente unas cuantas lecciones sobre cómo acorralar a su adversario en un debate. Respuestas directas, cortas y tajantes, sin esperar a que el contrincante enrede a la audiencia con su canto de sirena. «Matemáticamente imposible, nunca se ha hecho», atajó el vicepresidente cuando Paul Ryan expuso su programa para bajar los impuestos a los ricos sin aumentar el déficit ni quitar deducciones a la clase media, e incluso sin necesidad de eliminar programas sociales.

Biden demostró que la política es mucho más sucia y agresiva de lo que pretende Obama. Y lo hizo sin faltar a la verdad, aunque sí al respeto. Fue en ese campo donde ganó Ryan, al resultar más comedido y elegante que su rival, que le interrumpió 81 veces y a menudo se rió de él mientras hablaba. De ahí que las encuestas resultaran tan inconclusas y se acabara dando por bueno el empate. Ryan ganaba 48% a 44% en el sondeo de CNN, mientras que Biden lo hacía 50% a 31% en el de CBS.

Ayer, Romney explotaba en los mítines el error de Biden sobre Libia. En un debate dominado por la política exterior y precedido por una audiencia en el Congreso en el marco de la investigación del ataque terrorista al consulado en Bengasi, los sucesos que llevaron a la muerte al embajador Chris Stevens abrieron la ráfaga de fuego. Cuando Ryan le reprendió por no haber proporcionado al diplomático fallecido la seguridad que su personal reclamaba, Biden contradijo a sus propios empleados. «No lo sabíamos», trató de disculparse. Romney prometió ayer que no cejará hasta que se sepa lo que realmente ocurrió en Bengasi el último 11 de septiembre.

«Cambiar de guerra»

Biden ha presidido durante nueve años el Comité de Relaciones Internacionales del Senado, así que de todos modos era difícil pillarle en política exterior. Ryan creyó poder hacerlo cuando sacó a relucir el peligro que corren sus amigos combatientes en el Este de Afganistán por la reducción de tropas estadounidenses, pero en realidad cayó en una emboscada. «¿Prefiere que mandemos a más estadounidenses a hacer el trabajo, en lugar de a los combatientes afganos que hemos entrenado?», le preguntó Biden sarcástico. Ryan se tuvo que callar y la moderadora prefirió «cambiar de guerra».

Siria. «Lo último que EE UU necesita es otra guerra en Oriente Próximo que requeriría decenas de miles de soldados sobre el terreno, si no más de 100.000», argumentó Biden. Ryan criticó que el Gobierno de Obama esté «delegando nuestra política exterior en Naciones Unidas», lo que le da a Rusia un poder decisivo a través de su derecho a veto en el Consejo de Seguridad.

Cuando Ryan rechazó las intervenciones humanitarias y se declaró partidario de aquéllas que sean «en interés de la seguridad nacional» de EE UU, Biden le cazó. «¿Qué es lo que proponéis, empezar otra guerra? ¿Poner aviones estadounidenses en su espacio aéreo? Si es así, que lo digan».

Dos católicos y el aborto

La guerra fue airada, pero la parte más sosegada del debate llegó cuando la moderadora pidió sensibilidad para un asunto tan delicado como el aborto. La oportunidad histórica de tener a dos aspirantes católicos en la mesa obligaba a hablar de religión, algo que Ryan dijo no poder separar de su vida pública. El candidato provida advirtió de que «un gobierno Romney-Ryan se opondrá al aborto con excepción de (los supuestos de) violación, incesto o peligro para la vida de la madre», a pesar de que él, como congresista, no aceptaba esas excepciones. Ryan ya avisó de que no dejará en manos de los jueces el asunto que zanjó el Supremo en 1973, sino que «será el pueblo, a través de sus representantes electos», el que lo decida.

Biden coincidió en que su principio católico le dice que la vida empieza en la concepción, «pero me niego a imponérselo a los demás», repitió varias veces. «No creo que tengamos derecho a decirle a otra gente, y en particular a las mujeres, que no pueden tener control sobre su cuerpo».

Pero fue su papel de paladín de la clase media, especialmente reflejado en su alegato final, el que más alabó ayer Obama. Previsiblemente también la lección que más tendrá en cuenta el presidente para su revancha del martes.