Economia

El BCE solo cree en la tijera

Defensor de la disciplina de los mercados, su negativa a comprar deuda fuerza a ambos países a no aflojar con los ajustes El regulador no intervendrá para ayudar a España e Italia

BRUSELAS. Actualizado: Guardar
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El BCE vuelve a ser el anticristo. Tras la trascendental cumbre de la semana pasada en Bruselas, los mercados confiaban en que el banco central daría por fin un paso al frente. El regulador respondió el jueves con una histórica bajada de los tipos de interés, pero no ofreció la más mínima señal de que intervendría en los parqués para frenar el castigo a la deuda española e italiana. El resultado ya se conoce de sobra. La prima de riesgo se ha instalado en la estratosfera y amenaza con provocar un rescate total de España. El emisor del euro, sin embargo, ve la situación desde un ángulo distinto. Espera que los agobios empujen al Gobierno y a la propia UE a mantener el ritmo de las reformas sin pararse ni un minuto para tomar aliento.

Las expectativas ante la reunión del jueves del BCE eran altas. Aunque se trata de una regla no escrita, en los últimos meses el banco central y la UE habían desarrollado una especie de alianza condicionada. Si los socios tomaban decisiones valientes, entonces el organismo con sede en Fráncfort actuaba con determinación. Incluso el presidente de la entidad, Mario Draghi, se había erigido en un gurú del camino que debía seguir la zona euro. El exgobernador del Banco de Italia defendió con tanta vehemencia como Angela Merkel la necesidad de diseñar un pacto fiscal y, más recientemente, prendió el debate sobre el futuro de la moneda única. Suya fue la idea de que el bloque avanzara en la integración con un plan a diez años para tranquilizar a los mercados.

El acuerdo sobre el pacto fiscal, rubricado a finales del año pasado, motivó una reacción instantánea del BCE. En cuestión de días, puso en marcha los créditos extralargos para la banca, una iniciativa que permitió inyectar un billón de euros en las entidades. La decisión deparó varios meses de tranquilidad en los mercados. El esquema que se planteaba para esta semana era similar. Todos los analistas admitieron que la UE había sido más audaz de lo esperado en la pasada cumbre. Casi nadie esperaba que las recapitalizaciones directas de la banca salieran adelante. Se apostaba por un proceso mucho más lento, aunque también quedó claro que estas ayudas sin pasar por los estados no se activarían hasta que el supervisor común del sector financiero esté listo.

Nuevo supervisor

La decisión de la UE de sentar las bases de su unión bancaría incorporó hasta un guiño directo al BCE. En su declaración final, los socios apuntaron al emisor como el organismo que debía aglutinar la supervisión del sector. La alfombra roja parecía completamente preparada para que la entidad moviera ficha en su cita del jueves. Los inversores esperaban una nueva ronda de créditos extralargos. También se especulaba con la posibilidad de que aceptara inyectar dinero en el Mecanismo Europeo de Estabilidad, el fondo que asumirá las recapitalizaciones directas.

Draghi decepcionó a todos. Como estaba previsto y descontado, se aprobó una rebaja de tipos hasta situarlos en el 0,75%, el nivel más bajo desde la creación del euro en 1999. En paralelo, se eliminó la remuneración del 0,25% por aparcar fondos en la entidad cada noche. Esta medida, que podría favorecer a España, persigue que los bancos vuelvan a prestarse entre sí con mayor fluidez e incluso se animen a invertir en los mercados. Ahí, se acabaron las decisiones. El exgobernador italiano remarcó que no se habían discutido «medidas extraordinarias», la expresión utilizada por la entidad para referirse a la compra de deuda.

El presidente del BCE no entró en detalles, pero a lo largo de toda la crisis ha insistido en que la responsabilidad es de los países. A su juicio, los gobiernos deben ganarse día a día la credibilidad de los mercados con sus ajustes y reformas. El instituto emisor, en una tesis que comparte con Alemania, considera imprescindible la disciplina de los mercados. Gracias a su presión, los gobiernos en lugar de aflojar pisan el acelerador de los ajustes. A escala europea, la entidad empuja para que se avance en la integración y recuerda que existen herramientas para modular el acoso de los especuladores.

La negativa del BCE a adquirir deuda está vinculada con su obsesión por la credibilidad. Según el tratado del organismo, este apoyo a los países no figura en su mandato y es una amenaza para su buena imagen. En una histórica concesión a Alemania, el organismo se ocupa ante todo de mantener la inflación en el entorno del 2%. Nada puede distraerle de este cometido.