ESPAÑA

VENGADOR AJUSTICIADO

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Una caravana de 70 vehículos viajaba a alta velocidad de Santiago a Vilagarcía de Arousa. Seis de la madrugada del 13 de junio de 1990. Varios centenares de policías se repartían por el valle del Salnés. A media mañana, el vengador justiciero descendía del helicóptero sobre uno de los torreones del Pazo Baión. Comenzaba la operación 'Nécora', la mayor movilización conocida contra el narcotráfico. Ante la comisaría de Vilagarcía, Carmen Avendaño y las madres contra la droga celebraban la caída de los verdugos de sus hijos y jaleaban al juez. Había nacido una estrella. Un superhéroe justiciero: Baltasar Garzón. Tenía 35 años y dedicaría los 20 siguientes a saciar su sed de justicia, al tiempo que alimentaba su ego y la hincha de la mayoría de sus compañeros. La noticia estuvo en la calle a primera hora porque también le seguían los periodistas. Después vendrían otros casos tanto o más sonados y cada vez más publicitados. El juez estrella se metía en todos los charcos y siempre de la peor manera posible, sin importarle desautorizar a sus colegas o adoptar decisiones chapuceras. En su imparable ascenso, el indomable hombre de leyes, el idealista defensor de los derechos humanos se dejó tentar por la política. Con la pretensión de acabar con la corrupción, se presentó a las elecciones por el PSOE pero abandonó su cargo como un juguete roto. Después del traspié, llegó su momento de gloria con el sumario 9/98 de Batasuna y dio el golpe mortal a la banda; se puso por montera decisiones de otros tribunales y arremetió sin trabas contra ETA. Fue el mejor juez en la lucha antiterrorista y el favorito de los ministros del Interior hasta que la banda quedó exangüe. Cuando las fronteras se le hicieron pequeñas, consiguió la captura de Pinochet en Londres. Se ensañó con la trama delictiva encaramada en el PP y ninguneó la Ley de Memoria Histórica al perseguir los delitos del franquismo. A medida que su estela triunfal se agigantaba, aumentaba la inquina de sus compañeros de la carrera judicial, a los que había pisado todos los callos con tal de salir triunfante. Esa concepción de la Justicia-espectáculo resultaba intolerable. Cuando el favor del público se acabó, los políticos le abandonaron a su suerte y el superhéroe perdió sus poderes, quedó a merced de quienes esperaban el momento del ajuste de cuentas. Le sentaron en el banquillo por excesos que siempre se habían saldado con la anulación o el archivo de las actuaciones. «Que le den Alforfones», ordenó 'El Hombre del Plan' (Christopher Walken) y Jimmy 'El Santo' (Andy García) supo que iba a morir de la peor manera posible. Como en la mítica película 'Cosas que hacer en Denver cuando estás muerto', Garzón ha sido condenado de antemano y de la peor manera posible. Solo que Walken ha cambiado la silla de ruedas por la toga.