Jaspeada, la de Rajoy. :: AFP
ESPAÑA

Por el azul les conocerán

Los aspirantes a ocupar la Moncloa tras el 20-N coincidieron en el color de la corbata, del mismo tono que el plató, y en zapatos

MADRID. Actualizado: Guardar
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Cuando se dio a conocer el austero (aunque caro, muy caro) plató en el que iban a batirse en duelo los aspirantes a ocupar el despacho de la Moncloa tras el 20 de noviembre seguro que los asesores de imagen de Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba se pusieron manos a la obra. «¡Dominan los tonos azules!», debieron decirse. Y unos y otros apostaron (lo que siempre implica un riesgo) por una discreta puesta en escena. Tal parece que se acordó algo más que temas, turnos y demás a la hora de preparar el debate. O, mejor dicho, tal parece que unos y otros trataron de dejar en segundo plano la imagen de sus candidatos para que en primera línea quedaran sus mensajes.

De ahí el azul de los trajes. De tono grisáceo para uno, el popular. Marino para otro, el socialista. Implecables, en cualquier caso, aunque a Rubalcaba quizás le sobraban dos centímetros de la manga. Pero eso es cuestión de gustos. Discrección máxima, no obstante.

De ahí también que ambos calzaran castellano negro. Casi idénticos, por no decir idénticos. Y de ahí, cómo no, que Rajoy llegara (primero) con corbata azul y Rubalcaba (después) hiciera otro tanto de lo mismo. Nada de rojo, el otro tono que se lleva a las mil maravillas con la televisión. Azul para no arriesgar. O azul de inteligencia, de conocimiento. Más bien, azul plató.

La única diferencia entre uno y otro, sin tener en cuenta sus mensajes, que en nada se parecen, se encontraba en el color de la camisa. Azul también para Rubalcaba. Blanca para Rajoy. Las dos de cuello italiano, las dos con botonadura en las mangas. Nada de incómodos gemelos para un cara a cara de noventa minutos en el que hubo mucho movimiento de papeles. Y de manos -ambos gesticularon, y mucho; más Rubalcaba, como nos tiene acostumbrados-. Y también de cabeza -esta vez más por parte del popular, que de vez en cuando bajaba la vista para tirar de datos, de cifras, para aplacar los envites del socialista. Rubalcaba, en cambio,aguantó mejor el plano-.

Como ocurre casi siempre en estas citas tan anunciadas a bombo y platillo los primeros minutos resultaron más fríos, quizás por lo que está en juego. Luego, como también ocurre casi siempre, uno y otro fueron encontrando su sitio y... Se dejaron llevar. Cada uno trató de traerse al otro a su terreno, pero... Cada uno se quedó en el suyo.

Cabeza iluminada

La iluminación del plató le jugó una mala pasada a Rubalcaba, con un brillo perenne en su cabeza. Difícil, muy difícil, eliminar los brillos de una calva. Pero quizás podría haberse evitado. Y no sería por falta de maquillaje, porque el primer impacto televisivo, el primer plano corto, antes de Rajoy y luego de Rubalcaba, fue eso, un impacto. Con el paso de los minutos, ya acostumbrado el ojo, la imagen cedió el protagonismo al mensaje.