AL CABO DEL MES

CABAÑUELAS

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Por un euro se puede usted comprar el Calendario Zaragozano en Raimundo, pero si no está por la labor voy a tratar de resumirle esta práctica basada en la observación del cielo y que, siendo de origen prehistórico, aún hoy es la esencia de predicciones y temores. Voy al grano. El mes de julio termina raro: alguien que después de toda una vida entre ministerios, presidencias y vicepresidencias solo ha podido juntar tres mil euros en una cartillita del Monte de Piedad, por lo menos, siembra dudas que en escasos meses vaya a conseguir abundantes recursos económicos para el Bicentenario, no obstante teniendo, como tiene, una cabeza prodigiosa, algo pensará, y en el peor de los casos con tal de que la Declaración de Cádiz no quede en Declaración de quiebra daremos gracias al cielo (al cual miramos) y al señor presidente de la Comisión Nacional. Esta cierta nubosidad venía precedida por la calma chicha, flema casi, con que el diputado por Cádiz (llamarme Alfredo) declaró que el presidente Griñán (llamarme Pepe) es quien más sabe de empleo en España, hecho este que, de ser cierto, no sólo lo dignifica como político sino que lo engrandece como persona por su discreción y prudencia ya que, por no vasilar y dárselas de saber, lo tiene oculto (eres todo un carácter, Pepe, no obstante, exteriorízalo, vaya, con la debida cautela, igual nadie se ofende por ello). En el ámbito provincial también Loaiza ha clamado a lo alto y todos los funcionarios de más de uno noventa tienen que picar; todavía están contabilizando los cortes de manga por si hay alguno nulo, pero su histórica frase «Aquí estamos todos en el mismo barco» se puede ir a pique por el pequeño detalle de que no es «clamé al cielo», es mirarlo, observarlo, nada más. Esto amigos, son las cabañuelas, temores que nos vienen del cielo (y hasta de la tierra); como predicción, de cara al Doce, nos la pueden partir. Siga mirando al cielo.