EL OJOPATIO

BAR VANERA

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Agotábamos las últimas horas de aquel curso de 1.977. La terraza del bar Vanera en la Puerta Osario de Sevilla ponía marco a la animada tertulia que un grupo de estudiantes manteníamos con nuestro admirado profesor García Calvo. Cuando el apasionamiento en la defensa de nuestras respectivas posiciones estuvo a punto de dar al traste con la armonía de aquel inquieto colectivo, el maestro, que hasta entonces no hizo más que oír y dar la voz, se levantó, despejó la mesa entorno a la que nos sentábamos, colocó una taza de café en el centro y nos pidió a cada uno que desde el lugar que ocupábamos fuésemos describiendo con exactitud el objeto colocado ante nosotros.

Para unos aquella taza tenía el asa a la izquierda, para otros a la derecha o en el centro. Otros no veíamos asa alguna. De igual manera la cucharilla que se apoyada sobre el plato cambiaba de posición e incluso llegaba a desaparecer parcialmente, dependiendo del enfoque que nos permitía la posición desde la que observábamos. Y todo sin entrar en otros matices más sutiles condicionados por la distancia, el ángulo de observación o la iluminación. Aquel profesor, amigo y guía nos pidió que cada cual reflexionara sobre la conexión del improvisado ejercicio con el debate que inicialmente nos ocupaba y que él, reiterando sus disculpas, había interrumpido.

Han pasado algunos años ya y no he podido olvidar aún ese entrañable y determinante momento. A partir de ahí me es imposible mantener la defensa de mis opiniones e ideas -en tanto que únicamente las considero reflejo de mi particular posición respecto a la vida- sin escuchar las razones y argumentos que a otros les asisten desde la suya. Soy incapaz de aceptar que ningún grupo, sea ya político, social o cultural, pueda dar respuesta plena a los problemas o inquietudes que colectivamente nos afectan sin el concurso o la participación de los otros. Nos falta capacidad para ponernos en el lugar del otro, para 'otrarnos' que diría Miret Magdalena, para escuchar, dialogar y consensuar. Nos sobra autosuficiencia, arrogancia y soberbia.

A vueltas con el 12 las asociaciones de vecinos - a base de promover la pluralidad ideológica de sus integrantes - debieran mutarse en Escuelas de Ciudadanía, desde dónde, además de incentivar la participación y la cooperación social, se eduque en la capacidad para resolver los conflictos mediante el dialogo, la consideración humana y el respeto.