CRÍTICA TAURINA

DOS CORTIJILLOS BUENOS Y COSITAS DE MORENITO

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Una corrida de El Cortijillo fue el año pasado la de mejor nota de las casi cincuenta jugadas en la plaza de Madrid. Se vio fuera de abono pero en fecha de feria y sólo en junio, antes de que la gente se olvidara. Entró en abono esta vez El Cortijillo, que es la segunda ganadería o el segundo hierro de la familia Lozano. Con mimbres en teoría idénticos a los de Alcurrucén. Sin tanta seriedad.

Fue corrida abierta de líneas y variada de pintas. ¿De seis sementales? Lo propio de las ganaderías largas. Hubo dos toros buenos: un terciado tercero colorado de agradable presencia, acapachado, brochito, engatillado, estrecho de sienes; y un sexto negro, voluminoso y cuajado, pero tan recogido y estrecho de sienes como el tercero. Las sienes propias y la cuerda que va de un pitón a otro, que muchos taurinos llaman impropiamente sienes también.

Fue corrida lidiada con mucho infortunio. Casi todos los toros se fueron sueltos de capote pero con los picadores recién entrados en pista. No hubo acierto ni reflejos ni intuición para cortar a tiempo las escapadas y todos esos toros cobraron el primer puyazo o picotazo -y hasta dos y tres- a suerte corrida o relanceada, o en pura huída. Menudearon las escupidas y, después de sangrados y banderilleados, y con la excepción del lote bondadoso de Tendero -tercero y sexto-. todos se fueron a querencia de puertas. Cerca de ellas perdió las manos y llegó a sentarse el primero de Diego Urdiales.

En la querencia de la puerta de arrastre y del desolladero peleó con su gota de fiereza el segundo, y en esas chispas encontró aire Morenito de Aranda para pasarse el toro, engañarlo y ligarlo sin tenerlo del todo sometido. Faena de torero puesto. Una gota de reposo habría sido medicina buena. O intentar torear a contraquerencia.

Sólo que, imponderables añadidos, se estuvo cociendo toda la tarde una tormenta de verano muy revoltosa y los toreros se vieron descubiertos más de la cuenta. El buen tercero, que se volvió de salida -que es la manera más rotunda de marcar querencia-, se cantó enseguida. Por mal picado pegó dos o tres cabezazos y no dejó a Diego Urdiales rematar un intencionado quite por delantales. No dio con la tecla Tendero. Había que enganchar al toro y no esperarlo por fuera. Tenerlo en la mano. Molestó el viento, Tendero perdió pasos, se fue el toro. El cuarto era lo que algunos llaman toro-trampa. Sometido, se vino abajo; tardo, ninguna voluntad, ingratas embestidas frenadas. Diez muletazos duró y esos diez muletazos se los pegó Urdiales. Pero también le pegó otras tres docenas más que no contaron porque ya no quedaba toro. Muy largo. Desmoralizado Diego, que no encontró ni el aliento de sus fieles de Madrid. Los tiene.

Colorado berrendo, muy ensillado, remangado y brocho, mínimas sienes, el quinto, pizpireto y bello de ver y además calzado de patas, se alegraba al corretear. Se vino andando al caballo, pegó muchos cabezazos al peto, escarbó y, aunque tomó engaños, se volvió enseguida porque no metía riñones. Buen oficio de Morenito, porque lo tiene, pero en faena a piñón fijo.

Tendero brindó el sexto al público. El último de los cuatro de esta su feria, que lo ha dejado en evidencia. El bache de tercer año de alternativa de toreros nuevos. En distancia impropia -el toro pedía sitio-y muy a la espera -y entonces se aplomó el toro, que no veía ni torero ni engaño- y se fue la segunda ocasión en una misma corrida.