Un soldado lleva a un niño para alejarle de los combates. :: REUTERS
MUNDO

La extraña guerra que hizo llorar a un general

El enfrentamiento entre Tailandia y Camboya por un pequeño territorio ha dejado al menos once muertos desde el viernes

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Se enfrentan dos países con sus respectivos Ejércitos, pero el conflicto ni siquiera se puede llamar guerra. De hecho, el territorio que se disputan Tailandia y Camboya tiene una exigua superficie de 4,6 kilómetros cuadrados. Y un pequeño templo, el de Preah Vihear, es lo que se encuentra siempre en el centro de la discordia. Un día soldados de ambos bandos juegan a las cartas sobre la piedra gris de esta magnífica muestra de arte Jémer del siglo XI, y al siguiente se disparan ráfagas de ametralladora y proyectiles de mortero que ya la han dañado. Así, los muertos se van acumulando en un incesante goteo.

Entre el viernes y ayer murieron al menos once militares de ambos bandos -cuatro tailandeses y siete camboyanos- y el intercambio de artillería forzó la evacuación de miles de habitantes, acostumbrados ya a estas explosiones de violencia. No obstante, varios factores han hecho que la del pasado fin de semana fuera muy diferente. Por un lado, ha supuesto el fin del alto al fuego firmado el 22 de febrero. Por otro, Camboya acusa a Tailandia de haber utilizado bombas de racimo y armas químicas en la batalla, así como de violar su espacio aéreo con aviones de reconocimiento.

Y, finalmente, el portavoz del ejército camboyano que compareció ante los medios de comunicación rompió a llorar en directo, una insólita imagen que ha servido para poner el foco mediático sobre un conflicto muy poco conocido.

Todo comenzó hace poco más de medio siglo, cuando Camboya, que pertenecía a la Indochina francesa, logró la independencia en 1953. La posterior demarcación definitiva de las fronteras de estos dos países, que en su día estuvieron bajo el gobierno del Imperio Jémer, dio el pistoletazo de salida a esta enemistad que amenaza con hacerse congénita. Teóricamente, el pronunciamiento del Tribunal Internacional de Justicia, en 1962, que concedió el territorio a Camboya, debería de haber puesto fin al asunto, pero Tailandia siempre se ha opuesto a esta resolución.

A pesar de ello, la disputa estuvo congelada hasta 2008, año en el que la Unesco decidió otorgar a Preah Vihear el estatus de Patrimonio de la Humanidad, algo a lo que Tailandia se oponía. Así, un hecho que tendría que haber sido motivo de celebración se convirtió en la chispa que volvió a prender la mecha de esta guerra intermitente que, antes de los acontecimientos del fin de semana, vivió su punto culminante el pasado mes de febrero.

Entonces, otra decena de muertos y miles de desplazados provocaron la intervención de la Asociación de Estados del Sudeste Asiático, bajo cuyo auspicio se firmó un alto al fuego que debería haber estado controlado por observadores indonesios. Pero el Ejército de Tailandia consiguió que esa última parte de la propuesta no saliera adelante.

Aunque ayer el estruendo de las armas bajó de intensidad y solo provocó una víctima mortal, todo apunta a que esta guerra provocando más lágrimas que las del portavoz del Ejército camboyano.