Un grupo de sirios residentes en Chipre se manifesta ayer para pedir libertad en su país. :: G. B. / AFP
MUNDO

Siria ahoga en sangre la protesta contra las reformas ofrecidas por el Gobierno

Al menos seis personas perdieron la vida en una manifestación, abatidos por los disparos de las fuerzas de seguridad del presidente El-Asad

JERUSALÉN. Actualizado: Guardar
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El viernes de los mártires convocado ayer en Siria en rechazo a las políticas del régimen y en honor de las decenas de víctimas registradas desde que el 18 de marzo empezó la actual crisis se saldó ayer con más sangre. En Duma, al norte de Damasco, testigos citados por la agencia France Press aseguraron haber contado seis muertos tiroteados por las fuerzas de Seguridad, aunque advirtieron de que la cifra podría superar la decena. En el sur, muy cerca del epicentro disidente de Deraa, caía bajo los disparos un joven manifestante de 20 años.

La brutal represión volvía para tratar de dispersar las protestas que, al término de la oración del mediodía musulmana, empezaron a multiplicarse por todo el país desafiando el despliegue policial ordenado para evitarlo. Según la agencia Efe, el Gobierno había decretado incluso la jornada tradicionalmente festiva como laboral para reducir la participación. Pero la disuasión no funcionó e incluso, por primera vez, las movilizaciones se extendieron a Hassaké, Asmishli y Amuda, el norte de mayoría kurda, en un síntoma más de que los sirios no se resignan a las concesiones tardías, y se teme que engañosas, apalabradas a última hora por su presidente.

Bashar el-Asad daba a conocer por comunicados el pasado jueves la creación de un comité que estudiará la derogación de la ley de emergencia, -y su sustitución, aparentemente, por otra antiterrorista-, de una investigación sobre las muertes de civiles y militares de los últimos días, además de una comisión para abordar el problema censal kurdo. El 20% de ellos no tienen nacionalidad a raíz de que a cientos de miles de ellos les fuera denegada en 1962 por considerarles simples refugiados.

«Antes la muerte»

El derroche de promesas llegaba un día después de que, el miércoles, la frustración social se disparara tras el esperado primer discurso del 'rais' sirio, en el que no se comprometió a una sola reforma concreta, siquiera el levantamiento del estado de emergencia vigente desde 1963 y pregonado días antes por sus portavoces. En 2005, el régimen ya hizo un anuncio similar.

En las calles de Deraa, millares de ciudadanos -5.000, según un participante- coreaban ayer en las calles «antes la muerte que la humillación». El grupo de Facebook Syria Revolution 2011, que cuenta con más de 101.000 seguidores, había llamado directamente a «controlar las ciudades y declarar la desobediencia civil» en respuesta al inmovilismo presidencial.

Inmovilismo en lo político, porque en lo represor, El-Asad demostró ayer, una vez más, tener la maquinaria del miedo bien engrasada, y en Damasco y su entorno, aparte de muertes, se ha informado de al menos seis detenciones, uso de gases lacrimógenos y «policías de paisano y leales del partido Baas» -explica Al-Yasira-, golpeando a los civiles con palos». «Se detiene incluso a los heridos para impedir que vayan al hospital», narraba un manifestante, «la mayoría de los residentes han huido de sus casas, las fuerzas de seguridad han puesto francotiradores en los tejados de las casas».

Desde Estambul, Mohammed Faruk, miembro de la exiliada cúpula de los Hermanos Musulmanes sirios, subrayó el deseo de la organización de que «el mismo El-Assad hiciera reformas, diera al pueblo sus derechos y llevara al país a unas elecciones democráticas, porque de otra forma, -dijo-, habrá guerra». La Hermandad está prohibida en Siria, su poder diezmado desde que sus seguidores fueran masacrados en Hama en 1982, aunque todavía constituyen una considerable fuerza opositora que negaron sea responsable de promover las protestas. «En el levantamiento hay gente favorable a nuestras ideas, pero también otros grupos», añadió el líder Mohmammed Riad Ash-Shaqti, al tiempo que su camarada Faruk comparó a El-Asad con el que fuera presidente rumano, Nicolae Ceaucescu, «a quien un día el pueblo apoyaba en las plazas al siguiente lo estaba juzgando».