Economia

«El Gadafi de la economía»

Las reivindicaciones mezclan el sarcasmo con el desconsuelo sobre el futuro de las compañías de la 'abeja'

MADRID. Actualizado: Guardar
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Sonrisas y caras largas. La movilización de trabajadores de Nueva Rumasa unió sensaciones muy dispares. Los turistas se sacaban fotos con los manifestantes mientras los urbanitas aprovechaban para realizar sus compras entre protestas por el estruendo provocado por los muchos asistentes a la marcha. Entre los trabajadores sucedía lo mismo: algunos utilizaron el sarcasmo para trasladar sus reivindicaciones y otros caminaban desconsolados.

Tras cuatro generaciones y más de ochenta años en la empresa, muchas familias temen por su futuro. «Estoy a punto de jubilarme y no sé lo que va a pasar conmigo», relataba un hombre que prefería no identificarse por miedo a represalias de los patronos, mientras explicaba, entre la risa y el desconsuelo, cómo los últimos meses han rozado el esperpento. Hace poco, relataba, los empleados tuvieron que acudir a una tienda de 'chinos' a comprar cola adhesiva para cerrar las cajas.

Triunfaron los disfraces. No en vano, el propio Ruiz-Mateos ha pasado a la posteridad portando alguno y, como era de prever, más de un manifestante se enfundó un traje de abeja o de Superman. Derroche de color en las pancartas, como en una que asemejaba a los Ruiz-Mateos con la familia Corleone, protagonista de la saga de El Padrino. Otros, más pegados a la actualidad, caricaturizaron al patriarca de Nueva Rumasa y lo presentaron de presidente libio bajo el título de 'El Gadafi de la economía'.

Las más originales fueron las trabajadoras de Royne, que no dejaron de gritar en el kilómetro y medio de recorrido por el centro de la ciudad, y echaron mano de todas las canciones populares. Incluso aprovecharon los mensajes publicitarios de Nueva Rumasa y clamaron: «Comprometidos con el trapicheo». Cerraba la marcha un coche fúnebre de finales de los sesenta. En su interior, un ataúd que rezaba 'R.I.P. Rumasa'. Una veterana trabajadora que pasó por su lado no dudó en santiguarse y en suplicar: «Dios no lo quiera».