Lo que mas sorprende de la cueva de Algar es la inmensidad de su interior que puede llegar a tener hasta 400 metros con dos pasadizos que se entrecruzan. :: C. C.
Ciudadanos

El secreto que se esconde bajo Vejer

Faltan proyectos para recuperar este patrimonio cultural que está lleno de leyendas de árabes y de bandoleros. Son varias las cuevas que atraviesan el término municipal y que han caído en el olvido

VEJER. Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Cuando uno camina por la ruta de las quintas de Algar (palabra que proviene del árabe y que precisamente significa cueva) se queda asombrado de la riqueza de esa especie de cordillera. En cierto modo se siente seguro, al notar un piso firme y asentado. Lo que nunca se imagina es que el subsuelo está completamente hueco. En su vientre la tierra del término municipal de Vejer esconde una multitud de arterias y pasadizos que con el paso de los años ha caído en el olvido. Por ello para conocer su historia hay que acudir a las personas más mayores, aquellas que aún guardan las leyendas de todas las cuevas que se encuentran en la localidad. La más importante, sin duda alguna son las de Algar. La más grande en extensión y que bien pudo ser utilizada como guarida para bandoleros o como refugio en la invasión de los árabes.

Ángel Tinoco es un experto en la materia. Tiene una pequeña tienda de reparaciones y antigüedades en el centro de Vejer y al poco que se pregunte en el pueblo por las cuevas, sale su nombre. «La de Algar es la más importante y de hecho se acomodó como establo y para ganado. Además, un hombre vivió de sacar el guano -excremento- de los murciélagos para luego venderlo como abono».

Antes había una entrada perfectamente localizada, pero la falta de mantenimiento ha hecho que se pierda y la única forma de entrar es a través de una especie de pozo con una altura de ocho metros. El alcalde de Vejer nunca se había adentrado en esta cueva y por ello no dudó en organizar una excursión para conocer su interior. «Esto es increíble es inmenso. No sabía que tuviera esa altura y tanto recorrido», comentó el regidor, tras salvar el primer obstáculo, bajar a la cueva.

Una vez dentro se comprueba como la mano del hombre ha moldeado el lugar creando pequeñas estancias entre las paredes para poner en el centro un fuego para calentarse y sobre todo dar luz. Como boca de lobo, el reflejo de las linternas apenas dejaban ver la inmensidad de esta cueva, un patrimonio cultural desaprovechado y en el que permanecen las huellas de algunos aventureros que no se resistieron a bajar para dejar su nombre impreso en las paredes.

También se pueden observar aljibes creados bajo aberturas de las cuevas para almacenar agua. Al ir caminando uno se encuentra con sacos de paja (huella de que hubo ganado) mientras que por la cabeza revolotean los murciélagos. A los pies el guano. Según la leyenda este hombre de la noche a la mañana comenzó a comprar tierras y se cree que es porque encontró algo ahí abajo. No es la única historia de este tipo, pues se cuenta la fortuna de una familia del pueblo que encontró un cofre con oro en una cuadra gracias a un cerdo que no paraba de rebuscar el suelo con el hocico.

Arriba del todo se ven pequeños respiraderos y al acercarse pequeños huesos de animales que seguramente cayeron por la abertura. Se cree que esa fue la suerte de un Guardia Civil a caballo que se perdió por la zona.

Pero, no es la única cueva o gruta que tiene Vejer y que durante años utilizó en su beneficio. La Cueva de Quiñones debe su nombre a la persona que la habitaba ya que allí refugiaba a su ganado de cabras. En la Barca de Vejer hay una cueva cerrada con candado que conecta con el pueblo y sirvió como vía de escape. Un derrumbe cortó el camino en su interior aunque se pueden ver escalones creados para tal fin. También hay pequeñas excavaciones en la piedra para hacer huertos de champiñones. Ya en el propio municipio de Vejer existen diferentes cuevas o grutas y algunas de ellas eran utilizadas para jugar a las cartas ya que permitían refugiarse del calor y del frío. Un patrimonio totalmente olvidado.