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Olmedo ya se siente el rey

El sevillano gana la final de 1.500 metros, Beitia se lleva la plata en salto de altura y Kevin, el bronce en los 800 España cierra con éxito su participación en los Europeos bajo techo de París

PARÍS. Actualizado: Guardar
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Manuel Olmedo era un notable atleta de 800 que, año tras año, se estampaba contra las grandes competiciones. Hasta que, en Pekín, tras caer en las semifinales de los Juegos Olímpicos, decidió que ya estaba bien. Y, como los boxeadores que suben de peso, dio el salto a los 1.500. Dos años y medio después, el sevillano se siente el rey de la prueba más apreciada en España. El verano pasado, en Barcelona, se colgó el bronce en la final que se llevó Arturo Casado, y este domingo agridulce, al fin cató el néctar de los campeones.

Olmedo, otra vez letal en los metros finales en carreras a velocidad de crucero (ganó con 3:41.03), en la recta donde devoró a Koyuncu -el turco valiente que tiró toda la prueba y recibió la recompensa de una plata y un récord nacional-, introdujo su nombre en el Olimpo de los mediofondistas españoles, especialistas en los 1.500, una prueba que, sólo en Europeos en pista cubierta, ha dado seis medallas de oro (tres de José Luis González, y una de Mateo Cañellas, José Antonio Redolat y Juan Carlos Higuero), ocho de plata y tres de bronce. Diecisiete españoles han subido al podio de esta competición que coronó a Olmedo.

Ruth Beitia mantiene una relación idílica con la pista cubierta, el atletismo de bolsillo en el que se ha hecho un nombre, un palmarés que sólo superan los atletas españoles más sobresalientes. Allí dentro ha capturado sus seis medallas internacionales: una plata (2006) y un bronce (2010) en los Mundiales, y tres de plata (2005, 2009 y 2011) y una de bronce (2007) en los Europeos. La santanderina, a unas semanas de cumplir 32 años, acudió a Bercy con menos esperanzas que nunca. Sus opciones, además, se tambalearon el sábado, en la calificación que superó porque no hubo una octava saltadora que pasara los 1,96. Y los temores se avivaron muy pronto en la final del domingo, con un nulo sobre 1,87.

Pero Beitia es la mejor saltadora española de la historia por actuaciones como la de este domingo, poco lustrosas, siempre por debajo de los dos metros, pero sumamente eficaces. Y el susto del 1,87 se tornó alegría con el 1,96 al primer intento. Algo que sólo logró la italiana Antonietta di Martino (oro con 2,01). En la tercera ronda se sumó la sueca Jungmark, que volvía a mejorar su plusmarca, con lo que ya estaba todo vendido.

Ruth, después de fallar sobre 1,99 y dejar sola a Di Martino, la diminuta saltadora de 1,69, se fue corriendo a la grada y allí escaló para abrazar a Ramón Torralbo, «el 50 por ciento de todas las medallas», el paciente entrenador que le ha inculcado los grandes valores del atletismo, el hombre que la fue moldeando, sin prisas, desde que le llegó siendo una niña, cuando se la llevó su hermano mayor. Uno de esos maestros que imparten su sabiduría con discreción en la periferia de España, un hombre que llenó de calma el tormentoso invierno de Ruth que, gracias a su doctrina, ha culminado de color de plata.

El triste bronce de Kevin

La final de los 800 metros estaba escrita para encumbrar a Luis Alberto Marco, el especialista de la pista cubierta, el estratega de las ocho vueltas al anillo. Y el sevillano, tan aplicado en todas sus apariciones, repitió su guión de siempre: tomar la cabeza, defender la cuerda, acelerar sólo cuando sea necesario y morder en la recta, donde hay quien le conoce como el 'killer'. Pero el guión lo destrozó un rival a falta de 300 metros.

En ese momento, resguardado en la cola, harto ya de ser la bola del 'pinball' en cada carrera bajo techo, Kevin López se quedó de piedra. Y ya en la última vuelta, quién sabe si fruto de su bisoñez, de sus 20 prometedores años, se conformó con pegarse al británico Osagie y dejó escapar a los dos polacos, Adam Kszczot (un año más viejo, oro con 1:47.87) y Marcin Lewandowski (el campeón en Barcelona'10). Su conformismo le dejó un bronce que no le colmó.