SOMOS DOSCIENTOS MIL

210 EURITOS

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Sin deseo alguno de que venideras generaciones me alcen a los altares de la sapiencia económica, espero que con las siguientes líneas, todas ellas basadas en hechos reales, puedan obtener una idea bastante aproximada de los motivos por los que en nuestro país la crisis económica es de una gravedad extrema, mayor que en los restantes países europeos. Para ello, si me permiten, seguidamente les pongo en situación.

Con objeto de modificar la cocina que tengo en casa, a la que históricamente le viene faltando uno de sus muebles bajos, hace unos días me dirigí a un conocido centro comercial de la ciudad (que no es sueco, por evitar suspicacias) donde, muy amablemente, me enseñaron el kit de montaje que podrían venderme para que yo mismo construyera el indicado mueble bajo al que, no obstante, habría que rematar colocándole una encimera.

Claro. Resultaría un pegote poner un trozo de encimera sólo al nuevo mueble, siendo más aconsejable que la encimera discurriera de forma uniforme por toda la superficie de los muebles de cocina, por lo que la solución ofertada por el vendedor consistía en encargar allí mismo que me cortaran a medida la encimera completa para lo cual, debía regresar a casa y medir la misma, incluyendo la ampliación que suponía el nuevo mueble.

A esas alturas ya me había hecho a la idea de montar un mueble de cocina, pero lo de montar la encimera no me resultaba en modo alguno atractivo, así que de nuevo interrogué al vendedor sobre si ellos se dedicaban a montarla, respondiendo éste que no.

No obstante, había luz al final del túnel, pues ellos trabajaban con un montador que podía realizar la faena. Y ¿cuánto cobra?, cuestioné de nuevo. Pues aquí, y enlazo con el título de la columna, va el buen hombre y me dice que por montar la encimera cobra 210 euros.

¿Pero el montador mide y trae la encimera?, pregunté. No, esa la compra usted y se la cortamos a medida aquí. Ya, ¿y quién la lleva a casa?, usted naturalmente. Ah. Y aparte de montar la encimera ¿qué más hace el montador?, ¿me instala el mueble de cocina?, ¿me instala el fregadero?, ¿conecta los tubos de los grifos.? No, en absoluto, todo eso es aparte, él cobra sólo por instalar la encimera.

Comprenderán que rápidamente hice cálculos mentales y concluí que, en toda la operación de montaje de encimera, dado que yo la iba a adquirir, trasladar, desmontar grifos y fregadero, y preparar el terreno de batalla, el montador no iba a invertir más de una hora por lo que me parecía excesivo el precio a pagar. Tenga usted en cuenta, añadió con cierto pudor el vendedor, que cobra esa cantidad porque al ir a su casa el montador pierde el día de trabajo.

¡Acabáramos!. Esa es la filosofía. Si no cobra cara la faena, pierde el día de trabajo y ni le interesa ir a trabajar. Así que por mí, que no pierda un día más. Dudo que alguna vez encargue algo a este súper montador de encimeras, pues aunque sea con guita, amarro la encimera a los muebles de cocina.

Miren ustedes, un Notario, tras cinco años estudiando la carrera de Derecho, tras varios años preparando una de las oposiciones consideradas como de las más duras que existen en España, por realizar un testamento, es decir, el documento en que cualquiera de nosotros, una vez fallecido, reparte sus bienes entre los herederos, cobra entre 35 y 60 euros. Para ello, estudios aparte, el Notario cuenta con instalaciones, personal, mobiliario, libros, preparación constante ante nuevas leyes, etcétera, etcétera.

Un dentista, tras un mínimo de ocho años estudiando entre medicina y especialidad, cobra entre noventa y ciento cincuenta euros por hacer una endodoncia, operación de artesanía ésta en la que perfora la muela, mata el nervio, empasta y restaura la pieza dental y, todo ello sin que el paciente sufra la más mínima molestia. Junto a preparación constante, el dentista cuenta con instalaciones, personal, aparatos muy caros, etcétera, etcétera.

Un montador de cocinas por poner una encimera cobra 210 euros. Además de no tener preparación alguna, posiblemente sus únicos activos sean una sierra de calar y, a lo mejor, un atornillador eléctrico de última generación.

Ven como lo de la crisis tampoco es tan difícil de explicar.