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Vicios públicos, privadas virtudes

Las economías familiares reaccionaron a la crisis con mayor prontitud y clarividencia que los poderes públicos

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Enterrados bajo el alud de noticias, interpretaciones, conjeturas y chismorreos sobre el nuevo Gobierno, los datos provisionales de la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) de 2010, publicados estos días, han pasado si no inadvertidos, sí menos atendidos de lo que merecen. Porque pocas piezas como ésta para radiografiar lo que quiere decir la crisis desde el punto de vista de los ciudadanos que la padecen.

Como es natural, la ECV indica que el pasado año los ingresos medios tanto de los hogares (-2,9%) como de las personas (-2,4%) cayeron respecto al año anterior. Esta es la consecuencia lógica del aumento del desempleo, pero, como los números indican, la caída de los ingresos es mucho menos abrupta que la del empleo y que la del PIB. Los amortiguadores sociales (subsidios y otras prestaciones) paran hasta cierto punto el golpe.

Pero golpe hay, e interesa ver cómo el mismo deteriora las condiciones de vida de la gente. Un indicador potente en este sentido es la tasa de pobreza relativa. Es, a diferencia de otras aproximaciones, un indicador objetivo: son pobres estadísticos aquellos cuyo ingreso está por debajo del 60% de la mediana -el punto medio de la distribución ordenada por ingresos- de todas las personas del país. Pues bien, España contaba el año pasado con un 21% de pobres, si no se considera el valor económico de la vivienda en propiedad, y con un 17% si se tiene en cuenta ese valor. En uno y otro caso, con un crecimiento de más de un punto de la tasa de pobreza respecto al año anterior. Como estamos hablando de valores relativos, esto quiere decir que no sólo bajan los ingresos medios, sino que aumenta la desigualdad global, un efecto lógico de un incremento del paro como el que tenemos.

La desigualdad se expresa también con fuerza en el plano territorial. Mientras sólo el 7% de los navarros vive bajo el umbral de la pobreza relativa, en Extremadura el 36% están por debajo de aquél. Una relación casi de 5 a 1 en estos niveles da mucho que pensar. Sin embargo, es llamativa la capacidad de ajuste de la gente a las condiciones adversas que la ECV deja ver: todos los indicadores que tienen que ver con la organización del gasto en el hogar (dificultades de llegar a fin de mes, capacidad para afrontar gastos imprevistos, retrasos en los pagos) presentan un deterioro mucho menor que el de los ingresos en relación con el año anterior, y muy inferior al que tuvieron entre 2008 y 2009.

La gente le vio las orejas al lobo cuando había que verlas y no un año después. Las economías familiares reaccionaron a la crisis con mayor prontitud y más clarividencia que los poderes públicos. Ahorrando más (como ya había señalado el Banco de España) y ajustándose mejor el cinturón. Una buena lección que nos deja la crisis: las virtudes privadas compensan a veces los vicios públicos.