Hugo Chávez comparece ante la prensa en el Palacio de Miraflores después de conocerse los resultados electorales. :: REUTERS
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Cuando dos más dos no son cuatro

La mayoría de los venezolanos se desmarcó de la propuesta de ChávezLa oposición al régimen es optimista al ver que se puede retirar al presidente con el recurso a las urnas

CARACAS. Actualizado: Guardar
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Un dedo manchado de tinta puede ser motivo de orgullo. Eso ocurrió en Venezuela el domingo 26, cuando 1,3 millones de personas votaron para escoger, entre 6.400 candidatos, a los 165 diputados que legislarán en los próximos cinco años. Después del voto, sumergieron el meñique en tinta morada y esa marca indeleble se convirtió el domingo en una distinción.

La razón de tanto orgullo es que estas elecciones fueron diferentes. Por primera vez, la mayoría no votó por la propuesta de Hugo Chávez, a pesar de dirigir personalmente la campaña a favor de los diputados de su partido y de ordenar la «demolición» y «pulverización» de la oposición. Después de varias huelgas y un paro general, centenares de marchas y manifestaciones y un golpe de Estado que duró dos días, los venezolanos decidieron buscar el cambio político en las máquinas de votación y por primera vez en las diez elecciones que ha convocado Hugo Chávez desde que está mandando, los resultados favorecieron mayoritariamente a los contrarios.

Ramón Guillermo Aveledo, político de larga trayectoria en Venezuela y actual secretario ejecutivo de la Mesa de la Unidad, partido de la oposición aglutinada contra Chávez, refleja el optimismo que desde la madrugada del lunes ha contagiado a quienes se enfrentan a Chávez. «Votando también se pueden cambiar las cosas y las estamos cambiando», opinó.

Ocho horas

El recuento de votos, tan largo que requirió de ocho horas para que el Consejo Nacional Electoral ofreciera un primer boletín de resultados, desarmó las ilusiones de un oficialismo que quería hacerse con dos tercios del total de diputados, es decir 110, cantidad suficiente para aprobar sin discusiones las leyes orgánicas. Pero fue más que eso. El Partido Socialista Unido de Venezuela, que es el partido de Chávez, ni siquiera logró conquistar los 99 diputados que necesitaban para aprobar, también sin debates, la llamada Ley Habilitante, que otorga libre albedrío al presidente para sentenciar leyes sin pasar por la Asamblea Legislativa. Después de haber legislado durante cinco años con una asamblea completamente chavista, debido a la retirada de los candidatos de oposición, el oficialismo tendrá que aprender, de nuevo, a dialogar y debatir. Aunque ese no sea su deseo.

«Las elecciones fueron un plebiscito que Chávez perdió», dijo el eurodiputado español Carlos Iturgaiz, quien visitó Venezuela para observar de cerca el proceso electoral legislativo. Su opinión se sustenta en números absolutos. De los 17,4 millones de electores inscritos, participaron en los sufragios cerca de 11,3 millones. De ellos, el 52% votó en contra del oficialismo. Esto es, mayoría simple. O debería serlo.

No para Chávez. A pesar de haber obtenido el 48% de los votos, se adueñó de casi el 60% de los escaños. «Dicen los escuálidos que ganaron. Bueno, sigan 'ganando' así!», escribió en su cuenta de la red social Twitter. En tan breve frase, el presidente hizo dos ofensivas: recuperó el calificativo de «escuálidos» para la oposición, a pesar de los 5.800.0000 votos obtenidos, y desestimó la victoria cuantitativa del enorme colectivo al que ahora se enfrenta. En Venezuela, la polarización es el eje político: o estás con Chávez, o estás contra él.

Las elecciones legislativas venezolanas han tenido una conclusión paradójica: a más votos menos diputados, y viceversa. El oficialismo obtuvo el 48% de los votos, pero posee 31 diputados más que su oposición: 97 contra 68. Aunque el ingenio popular venezolano atribuye tal resultado a los cálculos de una «matemática socialista» en la que dos más dos no son cuatro, la explicación se encuentra en cambios muy recientes realizados en la ley electoral que distribuye el universo electoral en 'circuitos'. Este modelo, basado en el sistema 'gerrymandering', agrupa en un solo 'circuito 'las zonas con tendencias electorales adversas y en la representación desproporcionada de diputados que se le otorgó a las provincias menos pobladas, cuando fue eliminada la Cámara del Senado, hace 11 años.

Una persona, ¿un voto?

Esa rara relación de votos y diputados no es fácil de entender. Lo democrático es que una persona valga un voto y que las representaciones políticas obedezcan a esa proporción. Pero en la nueva asamblea legislativa venezolana los diputados no valen igual. El economista Miguel Octavio lo explica con números: cada diputado chavista ganador recibió en promedio 55.092 votos. Los de oposición, 81.728 votos. «Eso quiere decir que un voto chavista vale 1,48 frente a1 de la oposición», calcula Octavio. Un ejemplo: en Caracas, bastión oficialista hasta el último referéndum hecho en 2009, la opositora Mesa de la Unidad sacó 484.844 votos y los chavistas 484.103, pero los diputados se repartieron en cuatro para la oposición y siete para los oficialistas. Para Chávez, este es un tema sensible, «desestabilizador», dice él. «¿De dónde puede alguien pensar que la cantidad de diputados debe corresponderse al número de votos si se trata de diputados circuitales? Estas elecciones están montadas sobre un método circuital y no es Venezuela el único país que lo hace así. Vayan a Europa, a Francia, a Estados Unidos, a Brasil y verán que es una forma de elección que no tiene nada que ver con la suma de votos. Aquí se organizaron 87 circunscripciones y una no tiene que ver con la otra y mucho menos con la votación nacional.