Sociedad

Sonado fiasco en la Maestranza

Fracaso ganadero en la corrida más esperada de la Feria de San Miguel tras la devolución de tres de los astados

SEVILLA. Actualizado: Guardar
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La última corrida del abono de Sevilla fue una agonía. De los seis toros de Zalduendo anunciados, dos cayeron en el fielato de los reconocimientos. De los cuatro que entraron en el sorteo, tres fueron devueltos: con cierto rigor el primero de ellos, que era segundo de corrida y había tomado ya dos puyazos; con toda razón el cuarto de la tarde, que enterró pitones y se derrumbó antes de ir al caballo; el quintó cayó en plena deriva de derrota y cuando ya el festejo estaba manga por hombro. Con tanto motivo como el que más pudo y debió haberse devuelto el primero de los dos toros de los Hermanos Sampedro, que abrió festejo y no sólo no se tenía de pie sino que carecía de trapío. Se oyeron gritos de «¡Fuera, fuera !», que iban por el toro y para el palco, pero salvó el toro el trámite, aunque sólo para ser remolcado en la muleta, y el malhumor de se transformó en resignación.

De los nueve toros que uno tras otro acabaron saltando, el de mejor son fue el tercero, de los Sampedro. Estaba a punto de agotarse la paciencia de no pocos, pero justo entonces hicieron su aparición el revuelo, la ilusión y la gitanería del camero Oliva Soto, llamado para sustituir a Manzanares. A media altura con el capote en lances de gran entrega; corazón en una faena de exposición, bellas formas, gran expresión y ritmo desigual. Irregular el compás, al menos el son del trabajo porque el toro flaqueó cuando hacía falta que se diera. Desplantes, garbo, lindos pases de pecho de Soto. La faena fue como árnica. En el turno previo El Juli se hizo admirar: los ocho lances con que recogió y dejó fijado al primero de los sobreros de Gavira que iba a matar fueron de torero caro; la media de remate, perfecta. Se aplaudió con ganas un quite por delantales muy ajustado; Oliva Soto salió a quitar por el mismo palo en su turno y la diferencia fue clamorosa. El toro de Gavira, muy bien hecho, tuvo corto aliento y fue muy tardo. El Juli estuvo de rayas afuera desde el primer muletazo y tragó paquete, no se dejó tropezar el engaño y ligó sin perder pasos cuatro tandas a toro parado. Fue faena de rigor. Cuando el toro se aplomó del todo, Julián intentó traérselo por la izquierda, pero se le resistió. Un pinchazo, una estocada. No entraba en cálculos que ese toro de Gavira terminara siendo el de más seria conducta de los nueve; ni que esa faena de El Juli fuera la más sólida y la de más autoridad de todas. Morante había despachado de media lagartijera al mortecino primero.

Roto en pedazos el cuarto, saltó un segundo sobrero de Sampedro. Los sampedros completaron la poco más de media corrida de Zalduendo, pero el turno de primer sobrero se cedió al de Gavira que mató por delante El Juli. Este segundo sobrero fue picado muy trasero y acusó el castigo. No descolgó, se acostó bastante por la mano derecha y se fue apagando. La última del año no se podía saldar sin que Morante pusiera su firma en algún momento. Dos lances de empaque, tres muletazos categóricos a ese sobrero de los Sampedro.

El quinto zalduendo, sin fuerza y muy cargado de culata, salió claudicando del primer puyazo y el palco decidió no apostar por él.

Podría haber hecho lo contario, en cuyo caso se habría ahorrado el espectáculo de un tercer sobrero, de Gavira, con hehuras de buey. Sin fijeza, escarbador, cabeceaba y punteó. De su sabio oficio hizo gala El Juli en un trasteo que tuvo de exquisito su brevedad y su resolución. Siete muletazos cambiados por delante, la igualada, dos pinchazos tapándose y sin pasar, y una estocada atravesada.

Una faena sin emoción

El zalduendo que sobrevivió a todas las quemas se deslumbró de salida con los focos, lo protestaron por reparado de la vista, pero no lo estaba, y resultó ser manejable. Sólo que se afligió a los quince o veinte viajes y en cuanto sintió el amparo protector de las tablas. Salió Soto a comerse el mundo: rodilla en tierra, cinco muletazos de gran majeza para abrir faena, una tanda de quietud con la izquierda, la suerte cargada pero no dominados los viajes del toro. No templar esos viajes hizo perder a la faena su grado de emoción. Se empezaba a hacer de noche. Y a toro en agonía pero de pie, se puso a desfilar la gente.