El presidente de EE UU, Barack Obama, pronuncia un discurso sobre el estado de la economía en el jardín de una familia en Columbus, Ohio. :: AFP
MUNDO

Obama tropieza con las heridas del 11-S

Su ambigüedad en la pugna por la edificación de una mezquita en la Zona Cero evidencia sus problemas para escalar las encuestas

NUEVA YORK. Actualizado: Guardar
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Si se exceptúa un corto periodo tras los atentados del 11-S cuando organizaciones de defensa de los derechos humanos denunciaron unos 1.500 incidentes violentos de carácter racista contra árabes, la buena convivencia y la tolerancia con las actividades de las numerosas comunidades islámicas en Estados Unidos ha seguido una línea ejemplar. De ahí que, pese la profunda huella que ha dejado en la psique colectiva que los terroristas que provocaron la masacre profesaran la fe de Mahoma, una mayoría de la población no haya trivializado el asunto religioso y los cerca de nueve millones de musulmanes que viven en el país hayan seguido practicando y construyendo mezquitas en un clima de completa igualdad con otras creencias.

Fiel a ese sentir, y consecuente con los principios más sagrados que inspiraron a los padres fundadores de la nación, el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, no tuvo reparos en autorizar a principios de mes la construcción de un centro religiosos islámico a unos pasos de la Zona Cero, en cuyo barrio, dicho sea de paso, ya hay otras dos mezquitas, una a cuatro manzanas y otra a doce de donde se desplomaron las Torres Gemelas.

Aunque el regidor municipal encontró pronto el apoyo de grupos judíos y asociaciones cívicas que entienden que permitir el centro enviaría un mensaje sobre la tolerancia y diversidad cultural y religiosa en EE UU, la mayoría de los votantes registrados en el estado de Nueva York están en contra de la iniciativa. A nivel nacional aumenta también el número de personas que se oponen, convenientemente espoleados por influyentes medios de comunicación conservadores y los líderes republicanos en alza. «Construir una mezquita en la Zona Cero es una puñalada al corazón de las familias de las víctimas inocentes», anunció con su proverbial habilidad de entender la multiculturalidad estadounidense la ex candidata a la vicepresidencia, Sarah Palin.

Más precavido que de costumbre, Barack Obama asistía al fuego cruzado sin emitir opinión alguna hasta que aprovechó una celebración del iftar, la comida nocturna con la que se rompe el ayuno del día durante el Ramadán, en la Casa Blanca para hacer una rotunda declaración de que los musulmanes gozan de libertad de culto en Estados Unidos y, por tanto, tienen todo el derecho a emplazar su mezquita en esa parte Manhattan.

Parco en la explicación pero muy preciso a la hora de recordar los principios democráticos que asisten a todas las religiones representadas en EE UU, sus palabras solo sirvieron para exacerbar aún más el estado de ánimo de sus compatriotas. Una nueva andanada de los republicanos en la Fox y unos cuantos mensajes graves de varios disidentes demócratas fue suficiente para que los cabezas pensantes de la Casa Blanca aconsejaran al presidente reformular sus palabras.

Con las encuestas por los suelos y las legislativas de noviembre a la vuelta de la esquina, no están los tiempos para declaraciones que no den réditos electorales, así que apenas unas horas más tarde Obama dio marcha atrás y matizó el punto clave de la defensa que había hecho de la víspera. «No estaba comentando, y no comentaré nada, sobre la sabiduría de poner una mezquita allí», dijo, cuando en su primera intervención se refirió precisamente a que desde que los promotores del centro islámico se habían movilizado por ese lugar nadie podía forzarlos a cambiar la ubicación.

Lejos de aplacar las críticas, su rectificación ha sido vista por un sector de la opinión pública como una muestra del mal momento que atraviesa su presidencia, no importa el grado de acierto con que encare otros temas. Si en un primer momento sacó a relucir su lado más progresista al defender la mezquita, su ambiguedad muestra una falta de coraje que otros han visto en dos políticos republicanos moderados como Bloomberg y el gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie.