Sociedad

Manual básico para conquistar a una chica prehistórica

El Neolítico vio aparecer a las primeras parejas, pero no todo era color de rosa

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Usted se sienta, cada tarde, en la puerta de la choza. Curte algunas pieles, tiñe de ocre su colección de conchas y presume de su nueva espátula de hueso ante otros jóvenes del clan. Ella, a la misma hora, teje cestas de mimbre, o machaca la mies, o decora el cuello de una vasija con el filo raspado de un punzón. Usted la mira discretamente, para no enfadar a la parentela. Ella tiene sólo 14 años. Pero a usted le da igual porque, gracias a Dios, estamos en el Neolítico.

Si usted quisiera hacerle la corte a la niña de la cabaña de enfrente, debería ceñirse a los protocolos románticos de hace 6.000 años. Y no iba a resultarle nada fácil. La mayoría de los antropólogos especializados en las ceremonias sociales y rituales de la época se basan, a la hora de establecer sus hipótesis al respecto, en dos fuentes: los escasos restos artísticos que recogen alguna estampa cotidiana, y los paradigmas de comportamiento de ciertas sociedades primitivas contemporáneas (tribus africanas, amazónicas u oceánicas). Aun así, hay algunas claves que se dan por seguras. Por ejemplo, que fue en el Neolítico cuando el hombre descubrió la relación entre coito y función reproductiva, y decidió asegurarse lo primero y lo segundo mediante alguna suerte de institución parecida al matrimonio. Antes, en las cavernas, la conducta sexual estaba guiada por la satisfacción inmediata, y la promiscuidad era la norma. Después, con el sedentarismo, se impuso un modo de organización más reglado, y comenzaron a formarse las primeras parejas estables, siempre sometidas a las necesidades jerárquicas del clan.

Así pues, para que usted consiga conquistar a su chica neolítica, lo primero que debe hacer es cerciorarse de que no hay ningún impedimento de rango. Después de evaluar detenidamente su potencial reproductivo (¿anchas caderas?, ¿grandes pechos?), ha de convencerla de que usted es un buen cazador (danzando sobre cráneos de animales) y un gran agricultor (regalándole parte de la cosecha). Entrará en sana competencia con otros hombres del poblado, que pondrán a prueba su fortaleza. En última instancia, será su madre, el trasunto personificado de la tierra y de la fertilidad, la que decida. A grandes rasgos, puede decirse que la liturgia tampoco ha cambiado tanto...