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ESO NO LO HACE UNA MADRE

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El diario oficial de la Santa Sede ha aprovechado la muerte de Saramago para reprocharle su conducta, que aparte de haber sido ejemplar desde un punto de vista personal, estuvo siempre a favor de los más desamparados. Con una escandalosa falta de piedad, que hace sospechar que quienes redactan las páginas del frecuentemente hirsuto diario no tienen a los Evangelios entre sus lecturas predilectas, acusan al gran escritor de profesar «una ideología antirreligiosa» y le piden cuentas póstumas por ser marxista. Una madre no debe despedirse así de uno de sus pobres hijos. Ni siquiera la Santa Madre Iglesia.

Saramago, que no es uno de mis escritores favoritos, era un ser humano importante, o sea, alguien a quien le importaban los otros seres humanos. Estuvo siempre comprometido con la vida, a pesar de que nunca esperó nada de ella, y nunca disfrazó sus ideas. Era muy callado, muy reservado, muy cortés. ¿Por qué aprovecharse para zaherirle su comportamiento a que la muerte le obligue a mantener una reserva aún mayor? Los muertos, sean quienes sean, quiero decir quienes hayan sido, merecen indulgencia. Ya lo saben todo, o siguen ignorándolo todo.

La falta de piedad mostrada por las páginas del diario no sólo es sobrecogedora, sino que desmiente la teoría del perdón, que es lo único que nos permite rectificar. Repito que esa actitud es impropia de la madre misericordia, pero además aquella dignísima persona tenía derecho a sospechar la verisimilitud de algunos mitos que le fueron transmitidos. Hay que ser o creyente o pensante, dijo Schopenhauer, pero eso ha sido desmentido en ocasiones. ¿Qué culpa pueden tener algunos de no creerse las promesas post morten? La fe es un don, según dicen sus usuarios. No hay que reñirle a los muertos. Está muy mal que lo haga una madre. Todos somos hijos de Dios.