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Algo en lo que creer

Siempre se necesita algo en que creer, y de momento lo más factible es creer en la selección

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Un clima de confianza a contracorriente vertebra el país, una pulsión inesperada de esperanza, desde Matxitxaco hasta Alborán y de Ifach a Finisterre, con banderas en los balcones para afirmar la autoestima y la fe en el éxito del talento. Siempre se necesita algo en que creer, y de momento es más factible creer en la selección que en las instituciones donde los grupos políticos se jalean con las vuvuzelas invisibles del sectarismo;

O creer en la coherencia del entrenador que en un presidente de trayectoria errática -las encuestas de la prensa de derecha le pronostican una catástrofe, las encuestas de la prensa de izquierda le presagian un cataclismo- con ideas eternas pero sólo mientras duran, como su compromiso de no recortar jamás el despido hasta hoy;

O creer en Casillas, siempre en su sitio, que en los desplazamientos ventajistas de Rajoy ahora con el Partido Popular de los Trabajadores contra los recortes que él mismo apoyaba, y su nº2 con la palestina trendy al cuello -a Zapatero le dieron estopa por fotografiarse con una kufiya hace tres años- para ensanchar su clientela;

O creer en la fiabilidad solidaria de Xavi, lejos de la farsa de los sindicatos destetados que ahora convocan una huelga en diferido antes de conocer el texto por el que van a una huelga de pre-texto;

O en el andaluz Navas que corre por la derecha o el valencianista Mata por la izquierda sin hacer la guerra por su lado sino sumando para el mismo objetivo, quizá rematado por un vasco o un canario, no como esos gobiernos autonómicos que exprimen las deslealtades insolidarias;

O creer en Puyol o Marchena, la defensa de veteranos de confianza, mientras Felipe saca el aguijón retórico para apartarse de la quema y Aznar sigue envenenando el aire con las sospechas sobre ETA;

O creer en el rigor creativo de Iniesta mientras los intelectuales de la farándula dan un espectáculo para rescatar el pasado de impunidad de las tropas franquistas en un presente lleno de urgencias;

O en la claridad de Torres (con la doctrina del gran Bill Shankly: 'en caso de duda, primero marca gol y más tarde analizaremos las alternativas') mientras hay ayuntamientos que prohíben el 'burka' incluso en lugares donde nadie usa 'burka';

O en el orden de La Roja mientras el sistema financiero se desangra -ahí apunta la prensa alemana- tras la orgía del ladrillo bendecida desde el aznarismo con la teoría oficial de que se vendían viviendas porque había dinero abundante para viviendas, obviando quién y cómo prestaba ese dinero a los 'ninjas' de alto riesgo.

Entre la mascarada de imposturas en el retablo de la actualidad, al menos la selección es algo real en que creer. Y esto, dadas las circunstancias, no se presta a demasiados reproches.