Opinion

Memoria y justicia

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C omo alguna vez he comentado en estas páginas, fue el poeta Simónides de Ceos quien inventó un método para que «lo que se había oído pudiera repetirse con las mismas palabras», y que dieron en llamar «el arte de la memoria». Y es cierto que recordar es un arte: una mezcla de inspiración y dedicación, una encrucijada en la que confluyen la intuición, la voluntad y el esfuerzo. Y, como arte que es, la valentía y el compromiso deben estar entre sus premisas.

También habló Simónides de la justicia, y la definió con palabras tan sabias como fáciles de comprender: «es la obligación de dar a cada uno lo que se le debe». Memoria y justicia son dos conceptos que deberían casar en todo momento. Dos ideas que no deberíamos separar, porque se complementan. No es necesario acudir a la historia antigua para entender esta obviedad. Tenemos a mano nuestra propia historia. Sigue siendo necesario, urgente, recordar con exactitud y sin miedos cada uno de los datos que nos han conformado como el país que somos. Sigue siendo necesario, urgente, dar a cada uno lo que se le debe, aunque sea con años de retraso. Porque el olvido hace que repitamos los errores en historia, en política, en economía, en nuestra vida diaria. Porque para enfrentar el futuro también es preciso haber aprendido de lo que queda detrás. El porvenir se sustenta en las bases de lo pasado, se alza sobre éste para mejorar, para cambiar, para renovar. Yo no creo que el sistema del «borrón y cuenta nueva» sea justo para quienes han sufrido, perdido, llorado. Las heridas abiertas no se cierran porque algunos deseen la comodidad del olvido. Ahí siguen, sangrantes, las historias más amargas de nuestra historia, esperando que les llegue el momento de la justicia. Pero cada vez parece más difícil y más lejano.