FOTOMATÓN

Desayunos en el Maypa junto a Bordón

Paco Cepero Guitarrista

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Le gusta respirar el aire de San Miguel, su barrio, y por eso es fácil verlo recorriendo sus calles, hablando con los amigos, montando en bicicleta o paseando a su perro Bordón. Tratándose de Paco Cepero -jerezano de pura cepa- el perro tenía que ser un bodeguero ratonero andaluz. «Es mi gran compañero, lleva nueve años conmigo», comenta el guitarrista mientras Paco, camarero del bar Maypa, premia a Bordón con un trozo de pan untado en foie gras que el can, al que se le nota que come bien, devora en milésimas de segundo. Sin duda, el de Cepero debe ser el único perro de la ciudad que desayuna en el Maypa. Paco es un hombre de sonrisa generosa, conversación afable y una mirada que apacigua. Mientras hablamos, su mujer se lleva a Bordón. «Dentro de tres años celebraremos las bodas de oro, llevamos 47 años casados y cinco de novios», dice con cierto orgullo. De su boda, el 13 de abril de 1963, recuerda que era Sábado de Gloria, que las tallas religiosas de la catedral estaban tapadas con sábanas -al parecer, era tradición- y que no había para grandes fastos. La celebración se limitó a unas tapitas en casa con la familia más cercana. Por primera vez aparece en su relato la figura, importantísima para el artista, de su padre: «Nos regaló un dormitorio que compró en Muebles Berraquero por 25.000 pesetas, que en aquellos tiempos era un dineral». Años antes le había regalado algo mucho más importante, la que fue su primera guitarra. «Era de Telesforo Julve, de Valencia, mala como el tronco de un árbol», recuerda con cariño. Aquella guitarra costó 525 pesetas que su padre pagó a plazos en Crédito Jerezano, una empresa ya desaparecida.

Gran aficionado a la bicicleta, el artista ha tenido que abandonar los pedales en los últimos meses debido a una lesión que los años de profesión le han dejado como herencia en los brazos, una epicondinitis. «Es la enfermedad de los tenistas y de los golfistas, que no de los golfos ¿eh?». En nuestro tiempo de charla ya ha contado tres chistes, pero asegura, sin embargo, que es un hombre serio y tímido hasta el punto de que cuando le piden un autógrafo «me da vergüenza». De hecho, en el escenario sigue notando aún hoy muchos nervios, y los combate «bebiendo agua y hablando con el público». Se le ve satisfecho con su carrera profesional como concertista y compositor, pero «de lo único que presumo es de ser un buen acompañante en flamenco». Paco Cepero ha actuado junto a Caracol, Terremoto, Mairena y Rocío Jurado, entre otros. «Y el que más tiempo le tocó a Camarón a diario fui yo», sentencia. Ha recorrido el mundo en más de una ocasión, ha conocido a presidentes del gobierno y reyes de varios países y ha vivido anécdotas de todo tipo, especialmente en sus viajes por África. «Me asusté mucho la primera vez que vi un pigmeo; estaba en un hotel, escuché una voz que parecía de una radio de galena y cuando miré para abajo me encontré con ese hombre tan chiquitito vestido con su traje y todo, qué bote di».

Vivió y trabajó en Madrid durante más de 30 años, pero pudo regresar a Jerez y ahora tiene su hogar en la calle Encaramada, la misma que lo vio nacer en 1942. Cepero salió de su tierra en la década de los sesenta «con el sueño de hacer muchas cosas», y a medida que fue triunfando «el sueño era el de volver». Lo consiguió. Si pasan cualquier día de estos por el bar Maypa probablemente puedan verlo desayunando junto a Bordón.