Cameron, Clegg y Brown, de izquierda a derecha, durante el tercer y último debate televisado. :: AP
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Brown echa el resto para evitar la derrota

El líder laborista destaca su «buena dirección de la economía en malos tiempos» para frenar los ataques de sus adversarios En el último debate televisado se contrastaron las medidas para salir de la recesión

LONDRES. Actualizado: Guardar
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Los líderes de los tres grandes partidos británicos intercambiaron ayer duras críticas en el último debate televisado antes de las elecciones del 6 de mayo. El debate, trasmitido por la televisión pública, BBC, versó en su primera mitad sobre cuestiones económicas y luego se centró en asuntos domésticos.

Gordon Brown, que había tenido la víspera un incidente desgraciado con una votante laborista, a la que llamó «fanática» y a la que después ofreció sus disculpas, inició el debate advirtiendo que, como ese episodio había demostrado, se equivoca algunas veces, pero reivindicó su trayectoria como ministro de Hacienda de Tony Blair y después como primer ministro en el momento de la crisis financiera, para afirmar que en estos momentos es necesario alguien como él, que habría demostrado ser «un buen guía de la economía en los buenos y en los malos tiempos».

El conservador David Cameron ofreció en su intervención inicial un horizonte positivo de una economía en la que la laboriosidad y el ahorro priman, en el que el Gobierno se comporta con austeridad y rigor y en el que los británicos recuperan la costumbre de «hacer cosas» porque no es posible, según su expresión, «vivir en un sistema basado en endeudarse con China para comprar productos hechos en China».

El liberal-demócrata, Nick Clegg, que catapultó a su partido en los sondeos tras el primer debate, acuñó de nuevo una táctica de identificación con los miembros de la audiencia frente a los intereses políticos que estarían representados por sus dos rivales.

El formato del debate, que limita las intervenciones y las réplicas a un minuto, no permitió la articulación de argumentos complejos, pero la discusión fue movida porque Brown apuntaló desde el primer momento una crítica directa a los planes conservadores de recorte del gasto público alegando que en este momento una reducción drástica del impulso económico corre el peligro de provocar una recaída en la recesión.

Cameron defendió su promesa de un recorte más rápido del déficit acusando a Brown de haber dejado a la Hacienda con una deuda que es necesario reducir con urgencia y la economía en una pésima situación, como tradicionalmente habría hecho el laborismo. Esas líneas de acusación ideológica formaron parte de los reproches cruzados entre Cameron y Brown, que reprochó también al conservador su planeada eliminación de impuestos de sucesiones para legados entre 300.000 y un millón de euros. Hubo acuerdo en que hay que fomentar el sector de manufacturas industriales, en lo que constituye un cambio de dirección en el modelo económico británico, críticas comunes a los bancos y a su cultura de bonificaciones y silencio de los dos rivales ante la propuesta de Clegg de formar un consejo con la tarea de crear un consenso entre los partidos para encarar los problemas.

El Instituto de Estudios Fiscales, un grupo políticamente independiente, presentó el martes una evaluación de los programas en la que afirmaba que los partidos presentan entre una quinta y una cuarta parte de las reducciones necesarias para cumplir los objetivos de adelgazamiento del déficit que fueron fijados por el Gobierno en el último presupuesto. Los líderes procuraron esquivar las preguntas sobre esta cuestión, y se limitaron a reconocer que recortes adicionales serán necesarios.