La galardonada, con la medalla en la solapa, posa en el Salón Regio de la Diputación Provincial de Cádiz. :: MIGUEL GÓMEZ
Ciudadanos

Monumento a las abuelas que reconstruyeron el mundo con arroz

Teresa Montero Cruz, creadora de la Venta El Soldao, recibe la Medalla al Trabajo de una generación de luchadoras

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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A una generación de gaditanas, andaluzas o españolas, le entregaron un país acribillado de rencores y desmayado de hambre. Hace 70 años. Ellas, que ni la boca podían abrir, llenaron las demás de pan y sonrisas a base de un sufrimiento que ninguno de sus descendientes ha vuelto a conocer jamás.

Con el único lema de que todo se construye en casa fueron capaces de remendar ese mundo negro y roto a base de trabajar como animales de carga, preparar el mejor guiso, olvidar ofensas y tirar para adelante. Hasta que sus hijos se tropezaran con un tiempo mejor.

A esas heroínas anónimas, a las abuelas de todos se les entregó ayer la medalla al trabajo en su categoría dorada. En su nombre, la recibió Teresa Montero Cruz que junto a su marido militar, José Ruiz, abrió la Venta El Soldao, en Los Badalejos, en plena posguerra.

En el siglo siguiente, aquel modesto local es un templo de la gastronomía popular. «No saben lo que se pierden los de la Guía Michelin», ironizó el presidente de la Diputación y anfitrión de la entrega. La homenajeada es el símbolo de las mujeres que han sido, a la vez, «cocineras, costureras, maestras, empresarias, cuidadoras de sus madres y sus maridos enfermos», como recordó una ministra. Ellas, todas, recogieron ayer aplausos, lágrimas, besos y hasta vítores de los que viven mejor gracias a que esas valientes se pusieron en el centro. Teresa Montero Cruz tuvo 15 hijos y, como dicen los de su generación, le viven 11. Tiene 18 nietos. Es difícil encontrar mejor encarnación de las féminas de su quinta, la que más puñaladas ha tenido que sortear en España en los últimos 110 años.

Recibió la medalla de manos del presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, que fue el que la propuso para tal honor. Junto a él, una representante de otra generación de mujeres, nacida a pocos kilómetros pero en un escenario social radicalmente distinto. Bibiana Aído, la ministra más joven de una democracia que la premiada sólo ha conocido en el último tercio de su vida, le agradeció un legado sin el que la situación de la socialista gaditana sería imposible.

José María Ruiz, nieto de la premiada, leyó un mensaje de la receptora de la Medalla del Trabajo: «Siempre he pensado que el esfuerzo es necesario. Sólo he querido que los clientes se fueran satisfechos. Siempre pensé que estos premios sólo se los daban a gente importante». Pero la gente importante es la que es capaz de preparar arroz durante 80 años para que los suyos coman, disfruten y sigan.