LAS IMÁGENES DE LA TRAGEDIA

«La lluvia se ha llevado toda mi vida»

El desborde del Guadalete hizo que volvieran a vivirse momentos dramáticos en la campiña jerezana Familias de El Portal, La Greduela o Las Pachecas han sufrido de lleno las consecuencias de la riada

JEREZ. Actualizado: Guardar
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Cada diez minutos, Yolanda Romero se asomaba al balcón de la Venta La Cueva, camino de Estella. Dirigía el foco de la linterna hacia la puerta del local y avisaba: «El agua sigue subiendo». Así, centímetro a centímetro, cuarta a cuarta, hasta anegar las mesas y sillas del comedor, la barra del bar y el anexo de la panadería. Justo enfrente hay un corral. A las cuatro de la tarde de ayer, después del desborde de una acequia cercana, Juan Román se afanaba en descargar de barro la entrada. «La corriente era tan fuerte que terminó por arrastrar hasta a uno de mis burros». A las cinco de la madrugada del jueves, las nueve personas que hacían vigilia en la segunda planta de la venta, lo dieron todo por perdido. Con más de un metro de nivel, el fango había ahogado la cocina y estropeado los refrigeradores. Un dineral. «Habrá que empezar de nuevo. La lluvia se ha llevado toda mi vida», lamentaba Yolanda, cepillo en mano.

Casi se lleva también, literalmente, la de un familiar de Rodrigo Valle, el dueño de la Venta La Cartuja. La barca en la que se dirigía a inspeccionar las consecuencias del desastre hizo un extraño y él acabó en el agua, revuelta, densa y sucia, del Guadalete. Un gesto hábil de su compañero, que logró acercar rápidamente la embarcación con un golpe de remo, evitó que el accidente fuera a mayores.

La Ina, La Greduela y Las Pachecas representan, una vez más, la estampa cruda de la desolación. Donde ayer había casas, hoy hay fangales; donde había carreteras, caminos sucios, comidos por lenguas de barro. Entre Estrella y Lomopardo surgió, en seis horas, una laguna de la nada. Al fondo, el antiguo vivero de González Byass. Alejandro García, su guarda, esperaba a que unos amigos rescataran a sus perros con una lancha a motor. «En 40 años nunca he visto nada parecido».

Una noche de pesadilla

«Hemos pasado miedo, mucho miedo, sobre todo de madrugada; no hemos pegado ojo», relata Miguel Atalaya. Él y su pareja, Mabel Moya, han vivido una noche de pesadilla en su casa de la barriada rural de La Corta. «Primero llovió fuerte, pero luego ya fue el desmadre; sacamos el coche corriendo y sólo hemos podido salvar algunos muebles». Pero si hay una familia que lo está pasando mal, desde el pasado mes de diciembre, es la de los Camacho, de Las Pachecas. Rosario lleva desde entonces viviendo en el Centro de Barrio, ya que su casa se inundó y todavía no ha podido regresar. Luego pasó lo mismo con el domicilio de su cuñada, y en la noche del jueves se llevaron otro buen susto: «Mi vivienda la perdí en Navidad, luego le tocó el turno a mi hermana y ahora a mi padre». El ánimo de Rosario estaba ayer por los suelos, a diferencia de la cota del río. José María Camacho, su padre, no quería ni hablar: «Me encuentro muy mal». Insistiéndole un poco, se lamenta de que «la cosa, encima, puede ir a peor». Hay malas previsiones para el domingo.

Las escenas de 1996 se repiten. Moisés Vega, de La Corta, no oculta que «ya estaba advertido», después de padecer la misma situación en varias ocasiones. Así que ha podido sacar muebles y enseres de su hogar y, sobre todo, alejar de la riada a su novia y sus dos hijas. Tras una noche de vértigo, relata cómo vio acercarse cada vez más el agua durante la intensa tromba de la noche del jueves: «Ya está aquí otra vez, me dije, y desalojamos la casa».

En otro punto negro de la marejada, El Portal, los efectivos de Cruz Roja esperaban pacientes la llegada de tres personas (un hombre y una madre y su hija) y dos perros labradores (Feria y Pola). «Se me han ahogado otros dos animales», se quejaba Jesús Ruiz, propietario de una finca que las lluvias han anegado casi por completo. La madre y su hija, por su parte, se mostraban tranquilas: «No he pasado miedo en ningún momento, ya que la casa donde yo estaba no se ha inundado; pero he salido por temor a que le pasara algo a mi hija». Mientras tanto, la pequeña, inconsciente de la gravedad de la situación, se quedaba con las ganas de «haber salido en helicóptero».

Los operarios de Cruz Roja vigilaban que el dispositivo, repartido entre Las Pachecas y El Portal, funcionara a la perfección. Javier Gil llevaba desde las ocho de la mañana entre uno y otro sitio: «En un principio, trasladamos a personas con movilidad reducida, sobre todo, a casa de sus familiares». También han facilitado el desalojo del centro escolar situado en El Portal. En cuanto a los domicilios, «la primera reacción es que la gente se resista a abandonar sus hogares», de ahí que aún ayer varias personas tuvieran que ser rescatadas. Algo que complicó «un poco más la labor a los profesionales».

Cuatro ambulancias, dos todoterrenos, un vehículo adaptado y dos embarcaciones componían el dispositivo formado por Cruz Roja.