El Rey, durante el discurso. / Casa Real | Atlas
DISCURSO DE NAVIDAD

El Rey invita a las reformas

En el mensaje de Nochebuena, el Rey invita a acuerdos que hagan posibles las reformas y avancen hacia un modelo de ‘España abierta’

MADRID Actualizado: Guardar
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El Rey ha realizado en los últimos tiempos un esfuerzo plausible y positivo por recuperar los estrechos vínculos de antaño con la ciudadanía, después de algunos desencuentros conocidos, y no era fácil atinar este año con el mensaje navideño cuando continúa todavía candente el problema judicial de uno de sus yernos, la situación socioeconómica parece haber cambiado de signo pero aún no ha facilitado el rescate de las capas más castigadas por la crisis, prosigue la desafección social hacia la clase política sobre todo a causa de la corrupción, y Cataluña mantiene su deriva soberanista, que obliga a las instituciones del Estado a actuar con exquisita prudencia para no enmarañar todavía más el problema.

El discurso regio, que ha comenzado con palabras de aliento y estímulo a las víctimas de la crisis y a quienes luchan denodadamente por salir de ella, ha reconocido expresamente la existencia de un profundo desaliento –suscitado por la “falta de ejemplaridad en la vida pública” que “ha afectado al prestigio de la política y de las instituciones”- y de una demanda social que reclama “un profundo cambio de actitud y un compromiso ético”; no faltan quienes incluso se plantean “una actualización de lo acuerdos de convivencia”, en clara alusión a la reforma del texto constitucional.

El Rey confía en que estas cuestiones podrán resolverse siempre que exista “generosidad para saber ceder cuando es preciso, para comprender las razones del otro y para hacer del diálogo el método prioritario”. La herramienta útil de partida habrá de ser la Constitución de 1978, un gran logro histórico, cuyo reconocimiento –ha dicho don Juan Carlos- no es incompatible con admitir la necesidad de una gran tarea de regeneración y modernización para mejorar la calidad de nuestra democracia. Una tarea que no es competencia exclusiva de los responsables políticos: también ha de implicar a los agentes económicos y sociales y a la sociedad en su conjunto.

La médula del discurso ha estado sin embargo en su parte final, en que, sin citar a Cataluña, ha instado a la ciudadanía a potenciar el concepto de una “España abierta” –“un país libre, justo y unido dentro de su diversidad”- que es en el que cree la Corona y el que ha de poder mantenernos juntos a todos quienes hemos llegado hasta aquí, unidos por “la intensidad de los afectos y lazos históricos, las culturas que compartimos, la convivencia de nuestras lenguas, la aceptación de diferente”. Un concepto que debería dar lugar al sentimiento de comunidad que enunció hace poco el Príncipe de Asturias y que el Rey ha citado: “España es una gran Nación que vale la pena vivir y querer, y por la que merece la pena luchar”.

Las invitaciones del Rey

Pero este logro no puede ser impuesto, y de ahí que el monarca invite expresamente a las fuerzas políticas a que, sin renunciar a sus ideas, obtengan los acuerdos necesarios y adopten la reformas precisas. Invita también a los líderes políticos a que ejerzan su liderazgo y combatan el desaliento. Invita a los intelectuales a que sean intérpretes de los cambios que se vayan produciendo y guías del nuevo mundo que está emergiendo. Invita a instituciones, empresarios e inversores a que apuesten por la investigación y la innovación para mejorar la competitividad de este país. Y nos invita, en fin, a todos a recuperar la confianza en nosotros mismos y en nuestras posibilidades.

Esta invitación impetuosa, que debe redundar en una toma de iniciativas por parte de los políticos y choca con la estrategia del inmovilismo, compendia a la perfección el papel estimulante que corresponde al jefe del Estado. Son, efectivamente, los actores políticos, impulsados por las fuerzas de la inteligencia, quienes han de dar los pasos necesarios para que, a través de las reformas pertinentes que faciliten los grandes acuerdos necesarios, este país salga del complejo atolladero material e institucional en que se encuentra.

El Rey no ha querido despedirse sin asumir una vez más, con llamativa explicitud, “las exigencias de ejemplaridad y transparencia que hoy reclama al sociedad”. Lo cierto es que la Corona debe seguir trabajando precisamente en esta dirección.