CINE

Clase magistral de efectos especiales

El maestro del maquillaje Arturo Balseiro, Goya en 2012 por su trabajo en 'Eva', muestra paso a paso cómo convertir a una bella joven en una vieja bruja

MADRID Actualizado: Guardar
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Cuando Arturo Balseiro apenas levantaba un palmo del suelo, su madre no daba abasto para reponer los materiales que desaparecían de la cocina o el botiquín y su padre casi llegó a resignarse a ceder la propiedad de sus pinceles. A lo que nunca llegaron a acostumbrarse fue al penetrante olor que reinaba en la casa tras los intentos de “vulcanización” de sus obras en el horno. Fruto de este proceso de autoaprendizaje, el artista madrileño logró hacer de su pasión una profesión y convertirse en un reconocido experto del maquillaje y los efectos especiales, avalado por casi medio centenar de trabajos en otras tantas películas y un premio Goya en 2012 por su labor en la cinta futurista 'Eva', del cineasta español Quique Maíllo.

El artista de 38 años, fundador de Dharma Estudio, demostró en una masterclass en la sala de magia Houdini de Madrid cómo transformar a una bella joven en una vieja bruja en apenas dos horas, con motivo del lanzamiento en deuvedé de la película 'Hansel y Gretel: cazadores de brujas'. Un laborioso proceso de modeloado y maquillaje que a diario se vive en los platós de rodaje y que Balseiro mostró paso a paso ante el atento público.

Desde hace varios años, el artista lidera la empresa de efectos especiales Dharma Studio, desde la que recibió el encargo de diseñar para 'Men In Black 3'. “Fue mi mayor reto, porque detrás estaba el maquillador de efectos especiales que más me ha gustado siempre”. Balseiro se refiere a Rick Baker, director de los efectos de la saga 'Men In Blak’ o el mítico videoclip de 'Thriller', que además es discípulo y heredero en estos lares del maestro neoyorquino Dick Smith, cuya impronta se puede observar en 'El exorsista', 'Taxi driver', 'El Padrino' o 'Amadeus'. Tras la saga, la siguiente película que considera su mayor reto es 'Eva', con la que ganó el Goya en 2012, y 'Camino', la polémica película sobre el Opus Dei. Su mano está en las escenas de las operaciones quirúrgicas o la de una monja momificada eliminada del metraje final de la película. “En realidad está en todo lo que no se ve cuando vas al cine. Efectos que no se notan pero que son parte de la historia”.

Su pasión arrancó en la butaca del cine donde vio películas como ‘La guerra de las galaxias, ‘La historia interminable’ o ‘E. T.’ y entendió que detrás del aspecto de esos personajes se escondía una mano creadora. Desde entonces hasta ahora, los pinceles de Balseiro han recorrido platós de grabación en España, Europa e incluso el dorado Hollywood, siempre que no estuvieran ubicados en Los Angeles. “Allí tienes que ser del gremio para poder trabajar, pero no es obligatorio cuando localizan en Europa”, explica. Gracias al subterfugio legal, Balseiro ha tenido la ocasión de maquillar para cintas como 'El hombre lobo' de Benicio del Toro, 'Las crónicas de Narnia' o la exitosa saga de 'Harry Potter' y comprobar de primera mano las diferencias abismales con el sistema de trabajo de las superproducciones americanas, sobre todo en la “profesionalidad” y en la “escala”. “Están más preparados para los efectos especiales, mientras que aquí parece que molestamos”, explica Balseiro. El maquillaje de efectos mancha más el vestuario, se tarda más en aplicarlo y a veces no marida bien con ciertas luces, por lo que el descontento abarca desde los actores hasta al jefe de fotografía. La cosa cambia con las superproducciones americanas. “Todos parecen estar a tu servicio y son ellos los que te molestan a tí”, bromea.

En cuanto a la escala, Balseiro recuerda que el cine en España es más pequeño. “Se pueden hacer maquillajes igual de buenos, pero si necesitaras 50 personas para maquillar no las encontrarías”, señala. “En Harry Potter, por ejemplo, el equipo estaba formado por gente de diferentes países”. Reconoce que la escasez de recursos agudiza el ingenio pero matiza que, a veces, de donde no hay no se puede sacar. “Hay cosas que solo se pueden hacer con más tiempo y dinero. La regla matemática es simple”. Para llevar a cabo el maquillaje de 'Lobos de Arga', una de las cintas de las que más orgulloso se muestra, la productora asumió el coste de 14 maquilladores trabajando durante casi un año, según explica. “Había tanto que maquillar que se establecieron dos turnos, unos maquillaban durante el día y otros desmaquillaban al final de la jornada. Eso solo se puede conseguir con dinero, pero a veces los productores optan por hacer películas en vídeo en las que los efectos no se ven bien”.

El avance del 3D

Balseiro defiende la conjugación de lo artesanal con las nuevas tecnologías, el procedimiento más habitual en la actualidad. “Lo normal es que utilicemos Photoshop para hacer los diseños, utilizar una foto del actor y dibujar encima lo que quieres, por ejemplo”, señala. También utiliza mucho Zbrush, un programa de moldeado digital, donde puedes ver en tres dimensiones el personaje que has diseñado y con el que, explica, “si el director te pide modificarlo, puedes hacerlo de forma inmediata”. En cuanto al cine, ya sea en postproducción o efectos en 3D o digitales, el artista destaca que las nuevas tecnologías “dan casi más trabajo” porque se consigue hacer personajes que antes no se podían hacer. “Es importante que el director tenga perfectamente planificado qué se va a realizar en 3D y qué va a ser maquillaje en cada trabajo, pero son técnicas totalmente compatibles”.

Durante las casi dos décadas dedicadas a la profesión, Balseiro ha experimentado en primera persona el repunte de las nuevas tecnologías. “Cuando empecé a ver cine con 'La guerra de las galaxias' o 'Pesadilla en Elm Street', todo era todo maquillaje y había cosas que no funcionaban pero de repente llegó el 3D y aparecieron ejemplos como ‘Parque Jurásico’, donde no sabías si lo que estabas viendo era un muñeco o era 3D. Es el mejor ejemplo que se ha hecho nunca. Pero el 3D comenzó a subir y a producir personajes que pesan dos toneladas moviéndose como un saltamontes, y no cuela”, sentencia. “Llegó un punto en el que se vio hasta dónde se podía llegar con el 3D y, a partir de ahí, la cosa comenzó a bajar y a integrar de forma más coherente lo artesanal con las nuevas tecnologías”.

La dedicación que muestra por los efectos especiales solo se le pasa cuando se sienta en la butaca de un cine. “Veo los primeros minutos de 'Up' o 'Los puentes de Madison' y se me caen las lágrimas porque me gusta el cine, no los efectos especiales; lo bonito es cuando están integrados en una historia”, afirma. “Quiero ver una película y que me cuenten una historia y, si hay un dragón que vuela, entonces sí necesito que haya un dragón y que me lo crea, porque lo peor que puede pasar es que el espectador se empiece a fijar en los efectos. Entonces es que no le está gustando la película”.