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Un acelerón le basta al Madrid

MADRID Actualizado: Guardar
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Partido mil veces visto en el Bernabéu. La recurrente historia del modesto que se sube a las barbas de un grande distraído por metas más altas y luego es sometido en un pispás, igual que un doberman tumba a un caniche que le molesta con tanto jugueteo. Tras completar un primer tiempo que enervó a la concurrencia por la dejadez de su jugadores, sobre todo, una vez más, en la estrategia defensiva, el Madrid dibujó una reacción brillantísima que le brindó tres golazos en el intervalo de seis minutos. Esperanzas rotas de los baleares y una demostración más de las luces y sombras del ejército de estrellas que maneja Mourinho con criterio desigual.

Los futbolistas pueden pensar ya solo en la ‘décima’ y en la final de Copa, toda vez que soñar con el título es utópico y perder la zona ‘Champions’ un imposible, pero el Bernabéu no perdona la abulia. La exigente afición madridista está acostumbrada a ganar por historia y tradición, y no permite que su equipo se destense hasta el punto de que el Mallorca le remate fácil los balones llegados al área de Diego López. Se produjo un murmullo de desaprobación recién iniciado el choque. Nsue se elevó para cabecear un gran centro de Giovani, el mejor jugador sobre el césped durante muchos minutos por movilidad, insistencia, personalidad e influencia en el juego. Se escucharon algunos silbidos cuando, poco después de que Higuaín empatase tras una dejada de Pepe, Alfaro volvió a adelantar a los bermellones tras un saque de esquina de manual. Buen golpeo, excelente prolongación y remate en el segundo palo del exsevillista, aliado con el gol en los últimos tiempos. Y la pitada ya fue sonora cuando, al filo del descanso, el escocés Hutton volvió a cabecear sin oposición, a la salida de un córner. Por suerte para los merengues, esta vez el balón se marchó fuera.

Tuvo mucho que ver el buen manejo del profesor Manzano, pero esas acciones evidenciaron que al Madrid esta Liga se le hace larga. Los de Mourinho van a tirones. Desean ganar aplicando la ley del mínimo esfuerzo para luego poderse centrar en el Galatasaray y en esas semifinales que, con respeto a los turcos, ya se atisban en el horizonte. Pero ocurre que no todos los equipos se presentan en el Bernabéu derrotados de antemano. El técnico jienense ha dado aire a los baleares, hundidos hasta hace tres semanas pero mejorados tras dos victorias consecutivas. El enfermo evoluciona bien. Ya no agoniza e incluso ve la salvación a mano. Ante el Madrid se presentó con las ideas claras. Asumió riesgos, ya que no les queda más remedio, pero el Mallorca del primer tiempo fue notable, con buen manejo en el centro del campo a pesar de las importantes ausencias de Márquez y Martí.

Pepe, de medio

Si bien dispuso de alguna buena ocasión, como un tiro alto de Cristiano tras gran combinación entre Kaká e Higuaín, el Madrid fue un bloque muy menor en ese período. Jugó sin chispa, sin la concentración exigible en partidos de alta competición. A ello contribuyó la política de rotaciones de Mourinho. Lógico que cambie pero no que destroce el conjunto. Pepe no solo ejerció de medio sino que jugó en muchas fases más adelantado que Modric, el encargado de sacar el balón jugado. El portugués insistió en los desmarques en profundidad, como el que preludió el gol de Higuaín tras un pase soberbio del croata, pero no guardó bien la posición. Morata se desorientó en como extremo derecho y Kaká apenas intervino por detrás del punta. Fue un Madrid lento y vulnerable.

‘Mou’ señaló a dos hombres en el descanso; retiró a Arbeloa y Morata para buscar más llegada y orden con el mago Özil y Benzema. Ramos pasó al lateral derecho y Pepe se situó de central. Todo más lógico. Los cambios y la bronca de la grada cuando los futbolistas se encaminaban hacia el túnel de vestuarios surtieron efecto. Un cambio de actitud y un tremendo acelerón le bastaron al Madrid para ponerse 4-2, reconciliarse con su hinchada y garantizarse el triunfo. Un cabezazo prodigioso de Cristiano, que se elevó y giró el cuello como lo que es, uno de los mejores rematadores de todos los tiempos; un disparo enorme de Modric, tras un balón rechazado lejos del área, y el oportunismo de Higuaín, habilitado por un pase genial de Özil, derribaron a los isleños. Y luego salió Xabi Alonso, en detrimento de Kaká, para evitar que el equipo se partiera. El campeón ya era un grupo asociativo y vigilante, que achicaba espacios y que corría con y sin balón. Ya en el descuento, Benzema puso el broche, un regalo de Higuaín. Una jornada más, la noche y el día en Chamartín.