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Huida del sepulcro blanco

Las orcas atrapadas en los hielos canadienses consiguen escapar tras un repentino cambio de viento que ha desplazado la banquisa

MADRID Actualizado: Guardar
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Asfixia por falta de oxígeno. Ese es si nadie lo remediaba el destino más probable de una docena de orcas que permanecían desde el martes atrapadas por el hielo en la bahía de Hudson, al norte de Canadá. Pero un repentino cambio de viento acaba de obrar el milagro. Los vientos han empujado la capa de hielo flotante que tenía atrapadas a las ballenas y ha empujado la banquisa abriendo una brecha de agua que ha permitido devolverlas a mar abierto. Pero las horas previas a este final feliz han sido vividas con angustia entre los residentes en la bahía. Cuando el mar se congeló, solo el instinto de conservación logró que los cetáceos se congregaran en torno al único hueco abierto en la banquisa, un agujero de apenas diez metros cuadrados que les sirvió para salir a la superficie en busca de oxígeno. La bajada de las temperaturas amenazaba con taponar también esa vía y condenar a los animales a una muerte segura, algo por otra parte bastante común en aguas septentrionales cuando el invierno enseña sus dientes. Afortunadamente, el viento cambió a tiempo y desplazó la capa de hielo.

Hasta ese momento, las imágenes de la agónica danza de las orcas en sus salidas a la superficie para tomar aire se repetían desde anteayer en los informativos de medio planeta ante la mirada angustiada de millones de espectadores. El dramatismo de la escena provocó una inédita peregrinación de informadores y curiosos al lugar, una remota población inuit a 1.500 kilómetros al norte de Montreal.

Los cetáceos fueron divisados el martes por un cazador local y al día siguiente decenas de vecinos se deslizaban en sus motos de nieve hasta la banquisa para contemplar el espectáculo. El alcalde de la aldea confirmó que los animales carecían de salida al mar salvo que se produjera un milagro. «Están atrapados porque se les ve desaparecer durante un tiempo buscando una salida y cuando ya apenas les queda oxígeno vuelven a asomarse por el agujero jadeando en busca de aire», dijo.

La alarma provocada por las imágenes forzó al Gobierno canadiense a enviar al lugar a un equipo de especialistas en pesca que buscaba alternativas para mantener con vida a los animales. Incluso se demandó la movilización de buques rompehielos para que abrieran una vía de vía de salida al mar a los cetáceos. Finalmente, gracias al viento, no ha hecho falta. La naturaleza, que es sabia, ha corregido a su modo lo que iba a terminar en tragedia. Nunca antes corrieron tan buenos aires para unas ballenas.