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USA: El lobby ya no es lo que era

Obama nombra secretario de Defensa a un exsenador republicano de postura ambigua sobre el apoyo estadounidense a Israel

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El nombramiento de Chuck Hagel como nuevo Secretario de Defensa de los Estados Unidos contra la explícita oposición de los defensores acérrimos de Israel acredita que un gran cambio cualitativo se ha producido en las alturas y en la opinión.

Hace pocos años habría sido inimaginable que la Casa Blanca asumiera tanto riesgo, empezando por el debate de confirmación en el Senado y la batalla desde los medios, y, por tanto, el hecho, antes que nada, confirma de una mutación social que tiene algo de generacional y de político-estratégico a un tiempo y liquida un tabú oficioso, pero muy arraigado: Israel es intocable en ciertos órdenes…

Obama ha hecho toda su carrera advirtiendo ese hecho y sin afrontarlo directamente por dos cosas: a) no tiene ninguna intención de debilitar a Israel o amenazar su seguridad; b) no era posible abordar la cuestión sin correr un grave riesgo electoral… y Obama es un político en estado puro y, por tanto, un pragmático.

Eso explica que, llegado al poder, pidiera al republicano moderado Robert Gates que permaneciera un par de años como Secretario de Defensa, lo que el interesado hizo con profesionalidad y buen tono. Al fin y al cabo él había tenido que reemplazar en 2006 en un clima de catástrofe política y moral a su antecesor, Donald Rumsfeld, nombrado por Bush por iniciativa del poderoso vicepresidente Dick Cheney.

Obama, el táctico

Aunque nunca será reconocido (hasta que el presidente publique sus memorias dentro de unos cuantos años), Obama ha hecho el nombramiento seguro de que aun en un clima de controversia, su candidato pasará la confirmación en el Senado. Entre otras cosas porque también los senadores han evolucionado y la libertad de movimiento respecto a los deseos de Israel han cambiado igualmente… como ha mudado la percepción de los judíos norteamericanos, que en su gran mayoría votan demócrata por tradición.

Así, en noviembre de 2008 fue fundada por Jeremy Ben Ami y otros amigos la organización “J Street” (la “J” de “judíos” omitida en los callejeros por razones de eficacia fonética, un hallazgo publicitario) destinada a promover en las alturas del Capitolio y en la calle la solución negociada al conflicto con los palestinos desde consenso internacional nacido de las resoluciones de la ONU y proponiendo solo medios políticos y no acciones militares al efecto.

El gobierno israelí fue algo más que reservado al respecto, como probó la conducta del embajador en Washington, Michael Oren, norteamericano de nacimiento y de ciudadanía hasta que tuvo que renunciar para ser el embajador de Netanyahu en Washington en 2008. Un año después rehusó asistir a la conferencia de confirmación de “J Street” y su educada excusa se resumió en que el problema del nuevo lobby es que “se situaba fuera de la corriente principal” (mainstream)… Pero ahora hay otras corrientes, las que independizan al gobierno americano de la política israelí y eso es lo que ha cambiado y el práctico Obama lo sabe: ya es posible nombrar para la jefatura del Pentágono a un hombre mal visto en Israel…

Nueva etapa

Sobra decir que Chuck Hagel no es un enemigo de Israel y todo el mundo sabe que durante sus doce años como senador por Nebraska apoyó y votó la política pro-israelí tradicional, sin fisuras y sin vacilación. Simplemente, con el desastre iraquí – donde se hizo una reputación combatiendo casi solo la política de Bush – comprendió que Oriente Medio había cambiado y que los intereses norteamericanos y la paz estarían mejor servidos con una actitud más reservada frente a Israel.

Dejó el Senado hace cuatro años y entonces Obama le recuperó para el gobierno y le nombró jefe del comité de asesores de Inteligencia del presidente, un cargo con poco relieve público pero que los observadores perspicaces vieron como una indicación de que le quería cerca. Así pues, Obama ha procedido por etapas y el mensaje de ahora, tras su reelección es claro y tiene dos destinatarios: el público americano, que ve al presidente desinhibido ante el lobby y el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, cuya relación política y personal con Obama es muy mala.

La designación habría sido implanteable hace solo unos cinco años, cuando los profesores Mearsheimer y Walt publicaron su obra irreemplazable al respecto: “El lobby israelí y la política exterior de los Estados Unidos”. Estos días se ha recordado que una vez, hace tiempo, Hagel mencionó al lobby como coloquialmente se hace a menudo, como lobby judío, lo que tendría un perfume antisemita que el interesado, naturalmente, niega.

Obama, en cualquier caso, ha tomado su decisión seguro de que ganará la apuesta y que, ambiental y políticamente, esto sea posible es un cambio cualitativo. Y corresponde a Israel, no a los Estados Unidos, donde ya está asumido, sopesar lo que significa y tomar buena nota…