análisis

Egipto: Definitivo cambio de régimen

El borrador constitucional será aprobado y se convertirá en la primera ley fundamental del país tras la caída de Mubarak hace casi dos años

MADRID Actualizado: Guardar
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Tal y como se esperaba, incluso en la previsión aritmética, la nueva Constitución de la República de Egipto fue aprobada ayer sábado en la segunda y última votación: cerca del 71% de los votantes de ayer dijeron sí, lo que sumado al 56% del sábado precedente da un porcentaje, no oficial aún, del 64%. Legalmente suficiente, políticamente, escaso.

Los islamistas no mienten al reivindicar un gran victoria pero parecen conscientes de que la baja participación (alrededor de un 36% del censo) y el vigor de la oposición reagrupada en el “Frente de Salvación Nacional” han deslucido su triunfo y objetivamente suscitan no un problema de legitimidad formal, pero sí político, porque la Carta no es percibida por buena parte de la sociedad como la herramienta de reconciliación que se esperaba.

La Constitución española de 1978 fue votada por el 59% del censo y reunió casi un 88% de “síes”, lo que explica su reconocido éxito aunque haya una creciente demanda de retoques aquí y allá. En realidad, en el caso egipcio podría estar sucediendo lo mismo sin que se reconozca: los islamistas que han dominado el proceso de redacción querían disponer de una Constitución para blindar jurídicamente el nuevo régimen.

El escenario paralelo

El presidente Morsi, elegido democráticamente a su vez, podría haber optado por prolongar el debate y normalizar la comisión redactora, muy cuarteada por las deserciones en sus últimos meses, pero no quiso hacerlo porque entendió que su aprobación era inaplazable para rebajar la tensión, abordar los urgentes problemas económicos y, sobre todo, blindar el régimen contra los intentos de los agentes políticos del régimen depuesto, aún legalmente capaces de descarrilar el proyecto, sobre todo desde el poder judicial, muy hostil.

Esto no es un argumento menor: se ha olvidado ya que la limpia victoria electoral islamista en la elección de la cámara de diputados fue anulada por tal poder judicial con argumentos formales y técnicos que escondían una voluntad política innegable. La oposición liberal no protestó entonces – y debió hacerlo – mientras Morsi aprendió la lección. Este escenario paralelo y oficioso es el que debe tener el lector en su cabeza para entender cabalmente lo que pasa.

Ahora, porque así lo establece la misma Constitución aprobada, deben celebrarse nuevas elecciones legislativas en dos meses, es decir, la oposición tendrá una oportunidad clara de medir su fuerza, que es mucha desde luego y, objetivamente, los islamistas (la Hermandad Musulmana, mayoritaria, pero también los salafistas de al-Nur y sus asociados de la Gamaa Islamiya, más radicales aún) corren un peligro: el de obtener menos diputados que en la elección artificiosamente anulada, es decir, recibir el primer aviso del público de que su gestión no es tan apreciada como parecía seguro hace medio año.

La nueva constitucionalidad

Algo es innegable y debe ser tomado como una contribución positiva al difícil proceso en curso: que haya una Constitución, discutida y potencialmente enmendable a medio o corto plazo, ayudará a normalizar el debate y terminar de hacer política en Tahrir para trasladarla al parlamento en cuanto la cámara de diputados sea elegida. El gobierno, volcado en administrar el proceso y mantener el orden público, podrá centrarse en gobernar, libre de amenazas de ser derribado. Hay, guste más o menos, una nueva situación que tiende a la normalidad.

La oposición, y esto merece un subrayado, reconoce la victoria islamista y tuvo el acierto de pedir el no (no la cómoda posición de solicitar la abstención, de imposible medición práctica vista la gran abstención técnica subyacente), de modo que puede decir que un buen tercio de egipcios politizados y tenaces no están conformes con la Carta y, en cuanto puedan, procederán a enmendarla… si no lo hacen antes los Hermanos Musulmanes.

La Hermandad va a prodigar ahora los gestos apaciguadores, sin duda y el “Frente de Salvación Nacional”, con sus tres hombres clave, Baradei, Mussa y Sabbahi, se ha acreditado de sobra y ha hecho saber ya que entiende mantenerse unida cara a las elecciones. Ese es el camino, facilitado por la inteligente constatación de Amr Mussa: “los islamistas ya no pueden decir que hay un complot del aparato mubarakista para acabar con ellos: el antiguo régimen ha muerto”. Se podría añadir que, en efecto, ayer lo mató por fin la Constitución…