Alberto Núñez Feijóo, durante su votación. / Efe
Análisis

Rajoy toma oxígeno y problema nuevo

Quizá por el desinterés ciudadano hacia una política que no le resuelve los problemas y le crea otros nuevos la abstención ha subido

MADRID Actualizado: Guardar
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No ha habido sorpresas, ni en el País Vasco ni en Galicia. Quizá por ello y por el desinterés ciudadano hacia una política que no le resuelve los problemas y le crea otros nuevos la abstención ha subido. Discretamente en Euskadi y de forma muy relevante en Galicia, donde los fantasmas del desinterés por lo público han resucitado.

Las dos elecciones, ambas adelantadas tras decidir Patxi López acelerar el proceso luego de haber perdido el poyo del PP con el que gobernó en la legislatura vasca, tenían, además de su relevancia intrínseca, significados diferentes en su repercusión estatal. En Euskadi, la extraña pareja PP-PSOE que ha sostenido al Ejecutivo socialista ya sabía desde hace tiempo que su aventura tenía fecha de caducidad. Y, en efecto, los ciudadanos vascos, que hicieron posible aquel contrato desnaturalizado, no han renovado la confianza en las formaciones constitucionalistas, que sin embargo pueden alardear de que durante su gestión ha acabado la locura terrorista. ETA aún no está extinguida pero nadie cree que vuelva a matar. Pero ahora serán los nacionalistas quienes decidan los caminos de futuro. Se han cumplido los presagios –PNV y Bildu ocupan los lugares de cabeza–, que emiten efluvios inquietantes después de la escalada soberanista catalana.

En Galicia es donde PP y PSOE se jugaban el pan y la sal. La pérdida de la mayoría absoluta por el Partido Popular, que hubiera dado lugar a un Gobierno alianza de la izquierda con los nacionalistas, hubiese constituido un varapalo todavía más duro que el de Andalucía a Rajoy. El Gobierno del Estado está actualmente caminando con el filo de la navaja, en puertas de una huelga general, soportando una animadversión social creciente a causa de los ajustes y ante la mirada escéptica de una Europa que no termina de creerse que salgamos adelante sin reclamar el rescate. En estas circunstancias, el espaldarazo gallego permite a Rajoy tomar oxígeno y recomponer la figura en su intento de salvar el bache de la recesión mientras arrecia la esperanza de que en 2013 empiecen a verse los primeros síntomas de recuperación (el tecnócrata Monti, que sabe de astas cosas, acaba de vaticinar los brotes verdes). Y poco más hay que reseñar, como no sea el naufragio estrepitoso de Mario Conde en su intento de regresar a la política, y el éxito de Beiras, que a punto está de enterrar al Bloque que lo dejó marcharse.

En Euskadi, lo único cierto ahora mismo es que el peneuvista Urkullu se instalará en Ajuria Enea. Está por decidirse la gobernabilidad, que previsiblemente se logre mediante el habitual pacto transversal con el PSE de Rodolfo Ares, ya que con toda probabilidad Patxi López irá a Madrid, a fortalecer la menguada retaguardia de Rubalcaba. Se da por imposible el acercamiento PNV-Bildu, pero a nadie se le escapa que el hecho de que ambas fuerzas sumen holgada mayoría absoluta, en tanto PP-PSE han conseguido conjuntamente uno de los peores resultados de la historia, es una potente arma en manos de Urkullu, quien de momento ya ha dicho que su única preocupación es la economía pero que tomará sin duda buena nota de cómo se desenvuelva el proceso catalán.

Por resumir, Rajoy sale más fuerte del envite y Rubalcaba más disminuido, pero a todos debería preocuparnos este nuevo polvorín soberanista que es Euskadi, y que podría entrar en resonancia en cualquier momento con el desaguisado catalán.