premio planeta 2012

Silva: «Vivimos tiempos de rebajas y nos sobran listos»

"Los delincuentes con placa son los peores", denuncia tras ganar el Planeta con una novela sobre fronteras éticas e imaginaras

BARCELONA Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Son 17 años a vueltas con Virginia Chamorro y Rubén Bevilacqua. La pareja de guardias civiles, un clásico policial español, le ha dado a su autor el premio más apetitoso. Lorenzo Silva (Madrid, 1966) dice que esta séptima y 'planetizada' entrega de sus quijotescos 'picoletos' es la más “madura y ambiciosa”. Habla de corrupción policial en una metáfora sobre fronteras éticas y geográficas. Tiende puentes entre Madrid y Barcelona, entre las que no concibe otra frontera “que la imaginaria línea del meridiano de Greenwich” a la que alude el título: 'La marca del meridiano'.

Pregunta: Tantos años juntos y sus ‘picoletos’ le regalan el Planeta.

Respuesta: Son casi 20 años investigando crímenes, como testigos de lo que pasa en la sociedad española. Hemos envejecido. Ellos han ascendido. Yo no. Tengo la obligación de creer que esta entrega es la mejor de la serie. La más completa, madura y la que habla de más cosas y profundiza más en los personajes.

P: ¿Qué refleja el espejo del crimen esta vez?

R: La realidad de una crisis económica y moral, con una serie de complejidades territoriales, antes que conflictos o querellas. España es un país complejo y ellos trabajan en cualquier lugar. En este caso en Cataluña. Se relacionan con la política catalana, con sus autoridades. Lo hacen con sentido de la complejidad antes que de problema. Saben que solo un esfuerzo de comprensión, cooperación y diálogo permitirá resolver las cosas. Aparte del crimen, indagan en la crisis moral, pero no desde la superioridad de quien pretende sentirse ajeno, sino de quien se sabe copartícipe.

P: Muy oportuno ahora que se habla más de alzar fronteras que de tender puentes.

R: Queremos ser una sociedad democrática. Su esencia es que cada cual piense, desee y defienda lo que quiera. Mi deseo es que entre Madrid, mi ciudad natal, y Barcelona, que es también mi ciudad, no hubiera nunca divisorias más allá del meridiano, una línea imaginaria que no exige pasaportes. En la novela se dice que volar puentes llena muchas más portadas que tenderlos. Volarlos es primera página; construirlos son años de trabajo callado y sin fotos.

P: ¿Sus civiles pedirán visado para Cataluña pronto?

R: No creo. Acaso una comisión rogatoria. No me gusta hacer predicciones. No veo lo del visado ni lo quiero ver. Ojalá que el meridiano no se convierta nunca en una frontera.

P: ¿Qué vuelta de tuerca da a la serie?

R: Bajo a los sótanos del personaje de Bevilacqua. A uno de los más profundos. No había pasado hasta ahora. Se implica a fondo en el asesinato de su maestro, quien le enseñó cuanto sabe, y le remueve lo más hondo.

P: ¿Guardias civiles buenos frente a polis y mossos malos?

R: No. Encierra un dilema y un discurso moral y, no moralista, mediante personajes que se adentran en la vida de compañeros que juraron cumplir un deber y que traicionan el juramento. No juzgan a los malos desde la superioridad moral. Están dentro del sistema, de la historia, y se han dejado algún jirón. Es una trama de delincuencia organizada que afecta al caso que les ocupa y otros que competen a la policía autónoma catalana.

P: ¿Cuál es ese dilema moral?

R: Hay servidores del orden corruptos, vendidos, que colaboran con los malos. Se convierten en delincuentes con placa, que son los más peligrosos. La trama de corrupción que pone sobre el tapete cuán peligrosos son estos delincuentes que sirven a su interés particular a través de seres despreciables. Son sicarios de aquellos de quienes debería defender a la sociedad.

P: Vila y Chamorro ¿son Holmes y Watson con tricornio?

R: Pienso más en Don Quijote y Sancho. Están mucho antes que Holmes y Watson y son realmente la pareja capaz de sostener el diálogo de la humanidad, entre el ideal y el pragmatismo. Esa contaminación en la que el idealista acaba más pragmático y el pragmático más idealista. Esa es la esencia de su relación. Releo a menudo el Quijote y cada vez lo veo más pertinente. Necesitamos personas que se crean ingenuas ante su deber. En este país nos sobran los listos. Hay muchos por metro cuadrado. Hemos visto que el resultado de muchos listos haciendo el listo a la vez es una catástrofe. Con más ingenuos que creyeran en su deber no estaríamos en este agujero.

P: ¿Tenemos remedio?

R: Siempre. Estamos vivos, y eso quiere decir que lo tenemos. Si nos los creemos.

P: ¿Quién gana la partida entre idealismo y pragmatismo?

R: Entre Chamorro y Bevilacqua, y también dentro de mí, se impone el idealismo. Definitivamente.

P: ¿No se deteriora la relación ente Vila y Chamorro?

R: Se soportan muy bien. Son una pareja muy bien avenida. Conocen todos sus pliegues y saben cómo chocar. Y en este caso la historia arranca con un choque muy feo. Es una trama plagada de sorpresas en la que el crimen no da la cara pronto en una historia que se enreda con la de Bevilacqua.

P: ¿Más apegada a la realidad que en las novelas anteriores?

R: La realidad española es tan rica como interesente. Es necesario contarla a pie de obra; no hablar de la prima de riesgo o el PIB. Yo viví en el dato y la auditoría pero son fracciones. Aquí hay cosas reales: a una chica le matan a su padre y no tiene dinero para pagar una canguro un día y velarlo. El cuerpo aparecerá el mismo día en que ETA declara el fin de lucha armada y asesinan a Gadafi. La novela negra es buena para contar el tiempo que vivimos. Un tiempo de rebajas muy interesante en que se recobra la conciencia. Los tiempos de abundancia aturden y los de rebajas nos alertan.

P: Vive a caballo entre Madrid y Barcelona, entre dos realidades, ¿como Bevilacqua?

R: Hace cuatro años. Paso a menudo el meridiano, un arco luminoso que atraviesa la autovía. Yo nací en Madrid y Vila en Uruguay. Compartimos la vivencia de dos lugares diferentes que comparten matices con muchos elementos en común. Y la frustración de ver como los matices se imponen a los muchos elementos comunes. Chamorro es muy lista pero no ha estado en Cataluña. Se crió en Cádiz y tiene prejuicios contra los catalanes. Chamorro le dice que no son tan terribles como ella los ve. No lo consigue y yo tengo a menudo esa frustración en Madrid y Barcelona. Siento que nos falta vivirnos más los unos a los otros y visitarnos menos. Vamos de visita pero nos vivimos muy poco y esa es la principal fuente de problemas. Me dedico a la profesión que amo porque Barcelona se cruzó en mi camino. Le debo casi todo. No es algo extraño, es mío.

P: Un viaje de Nadal al Planeta, con el premio Primavera en medio.

R: Mi experiencia con los premios es más buena que mala. Un premio como este encierra otro mayor. Te da lectores y tus historias llegan a más personas que las hacen suyas y acaban cambiando el significado de lo que hacen.

P: ¿La próxima entrega de Vila y Chamorros se cuece ya?

R: Veremos. Los tengo siempre encima. Son como un par de petardos que se cargan de pólvora hasta que llega el momento de la explosión. Tengo muchas historias y las dejo madurar. La frecuencia es de dos o tres años; la cosecha anual para la serie se puede cargar a los personajes. Con el boom de la novela policial paré un poco. Si no quería que me arrastrara el tsunami tenía que dejarlo pasar y ver que quería hacer. Me tomé cinco años tras cinco libros. O me pensaba el sexto o caía en la autoimitación. Sería el fin.