El presidente colombiano, Juan Manuel Santos. / Reutes
COLOMBIA

¿Negociación final con las FARC?

La guerrilla parece haber asumido la inutilidad de la lucha armada, su condición de excrecencia político-militar en un continente donde la democracia ha avanzado fuertemente

MADRID Actualizado: Guardar
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Las noticia – no oficial – de que las FARC, con gestiones simultáneas de Cuba, Venezuela y Noruega, aceptan negociar con el gobierno colombiano la hoja de ruta hacia la paz definitiva debe ser tomada con precaución, pero hay un cierto consenso en los medios informados a favor de la verosimilitud del informe. Y eso por tres razones: a) la noticia fue una exclusiva de Telesur TV, de inspiración oficial venezolana y cercana a los negociadores del lado de las “Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia”; b) el gobierno de Bogotá no lo ha desmentido; c) estaba extendida la hipótesis de que tras los últimos reveses sobre el terreno y el cambio político en Colombia, la guerrilla había interiorizado la necesidad de dejar las armas.

Hay que añadir la presencia, tampoco desmentida, del gobierno noruego en el intento. Noruega, un país de la OTAN muy especializado en labores de mediación y de probada neutralidad en situaciones de confrontación (noruego es, en su origen, el “Proceso de Paz” israelo-palestino) no habría permitido la difusión de la noticia si no fuera razonablemente cierta.

El escenario colombiano

Más allá de todas las consideraciones imaginables, lo esencial, en todo caso, es que las FARC parecen haber asumido la inutilidad de la lucha armada, su condición de excrecencia político-militar en un continente donde la democracia ha avanzado fuertemente. Colombia, un país convulso por excelencia, ha sabido conformar, mantener y mejorar su sistema democrático a todos los niveles. Ausente de tal sistema, la guerrilla, fundada hace casi medio siglo, está derrotada sobre el terreno y mandada hoy por líderes de segundo nivel que apenas pueden digerir al tiempo una actividad armada residual y aparecer como jefes de un movimiento propiamente político. Su relación con el escenario colombiano es mediocre, oficiosa, asumida mal que bien por terceros bien intencionados y sin asiento popular alguno.

El jefe de las FARC, Rodrigo Londoño, (Timochenko) es el cuarto líder a cargo en unos pocos años, caracterizados por los sucesivos golpes militares del gobierno y la muerte violenta y muy seguida de varios dirigentes: entre 2008 y 2011 fueron muertos en acción hombres de peso como Raúl Reyes, de lejos el más político y diplomático de todos, el “Mono Jojoy” y “Alfonso Cano”. Además murió, él de muerte natural, el hombre clave de esta historia, el fundador de la organización, Manuel Marulanda, Tirofijo. Con su desaparición, vaticinaron muchos observadores entonces, la supervivencia de la organización se haría más problemática y los diversos frentes regionales en que las FARC están organizadas tenderían al autonomismo funcional y un desastroso cantonalismo político.

El impulso del presidente Santos

Todo eso se cumplió y el debate sobre la guerrilla empezó a limitarse a cómo viabilizar su extinción, asumiendo todos los actores sociales – salvo, tal vez, el presidente Uribe, 2002-2010 – que sería preciso negociar y hacer ciertas concesiones, empezando por amnistías. En ese sentimiento paralelo destacó, es sabido, la ex –senadora del partido liberal Piedad Córdoba, que llegó a ser facilitadora del diálogo y tomó un protagonismo notable servido con un gran eco mediático.

Córdoba, suspendida del Senado por presuntas connivencias con las FARC, dio un paso más al animar en las grandes ciudades un activo movimiento político pro-negociador, las “marchas patrióticas”, mientras, en una especie de correlato oficioso, la guerrilla correspondía con liberaciones de prisioneros veteranos y anuncios estimulantes, alguno espectacular, como el de que renunciaba al secuestro como forma de acción política.

Entre tanto, el hábil presidente Santos, quien como vicepresidente de Uribe y ministro de Defensa, sostuvo un discurso duro contra las FARC, percibió la oportunidad de conseguir el fin de la violencia. Y todo indica, si el informe de Telesur se confirma, que puede conseguirlo. Un hermano suyo, el acreditado periodista Enrique Santos, está en el asunto, dijo el reporte de la emisora y – un detalle decisivo – el gobierno habría aceptado ya que los guerrilleros entregados no serán entregados a los Estados Unidos, que reclama a varios por terrorismo o narcotráfico… Si se ha llegado a tal detalle es que la negociación no solo existe, sino que está muy adelantada…