análisis

El factor elegibilidad

Los planificadores de campaña de Romney progresan en lo principal: la búsqueda del republicano de toda la vida y su denuncia de los excesos

MADRID Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Los planificadores de la campaña de Mitt Romney progresan en lo que es su trabajo principal: la búsqueda afanosa del republicano de toda la vida, el centro-derecha de la sociedad norteamericana, y su denuncia de los excesos de una campaña visceral como la de Newt Gingrich han funcionado: Romney ganó ayer con holgura la crucial elección primaria en Florida y fortaleció mucho su imagen como el seguro aspirante republicano a la presidencia en noviembre.

Con un 46,4 por ciento de los votos expresados contra un 31,9 por ciento para su oponente, Romney dio un gran paso hacia el nombramiento definitivo como candidato frente al presidente Obama en la convención de agosto en Tampa. Algunos incluso creen – aunque no en el equipo de campaña del interesado – que todo ha terminado. Pero tienen razón y aún hay algún margen para la sorpresa.

Este mes de febrero deben celebrarse caucus en Nevada y Maine (a partir del próximo sábado) y primarias propiamente dichas en Colorado, Minnesota y Missouri (el martes siete) y el día 28, y solo para afiliados republicanos, en Arizona y Michigan. La composición social de esos estados es muy variable y los resultados lo probarán. De modo que es prudente creer que solo el llamado superpartes del seis de marzo, con primarias de los dos partidos en bastantes estados proveerá un candidato prácticamente invencible.

Los sondeos, arma letal

Lo sucedido en la última semana de la pugna republicana es muy sugestivo desde todos los puntos de vista y hay en los sondeos, que son numerosos y a menudo casi instantáneos, una lección inolvidable: dependiendo de qué uso vaya a hacerse de su voluntad en términos puramente prácticos se opina una cosa u otra. Así, en los tres primeros días de la semana, Gingrich protagonizó un salto espectacular que le colocó en cabeza, pero la novedad chocó de inmediato con la testaruda realidad de que, al mismo tiempo, se acreditaba invariablemente que Romney era percibido como el mejor candidato frente a Obama.

De hecho, el antiguo gobernador de Massachussets ya había atenuado sus pérdidas (producidas por el debate que Gingrich ganó presentándole como un codicioso financiero que paga pocos impuestos y maneja su fortuna desde paraísos fiscales) hacia el jueves y el fin de semana retomaba la primera plaza. El cambio fue rápido y probablemente inducido por la difusión de encuestas nacionales que señalaban a Romney como un candidato fuerte a Obama.

Los electores republicanos – hay unos cuatro millones de afiliados republicanos en Florida, un Estado con cerca de 20 millones de habitantes – debían designar a los delegados que, en definitiva, designarán al candidato en la Convención. Votar Gingrich era expresar una sincera preferencia, no ayudar a derrotar a Obama. La apoteosis de este razonamiento llegó el lunes con la difusión del sondeo de Gallup para la elección general: Romney está en un prometedor empate técnico con Obama, en torno a un 48 por ciento de la intención de voto.

Lecciones varias

Los dirigentes nacionales del partido – el lejano Washington, tan denostado en las campañas republicanas como sinónimo metafórico de todos los males de la patria y de la política profesional y elitista – saben esto mejor que nadie y aunque formalmente no se inmiscuyen en el proceso local endosando a un candidato concreto tienen una bien formada opinión sobre lo que conviene para ganar a fin de cuentas en noviembre.

Un caso arquetípico es el de Ileana Ros-Lehtinen, cubana de nacimiento, llegada a Florida en su niñez, diputada por el estado desde hace más de veinte años y ahora la influyente jefa del comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes. Claramente situada en el ala derecha del partido y entregada en cuerpo y alma a combatir a Obama y sus políticas, fue a la Florida a explicar a la comunidad hispana que lo importante es elegir bien… es decir, elegir a quien pueda derrotar al detestado presidente, o sea a quien pueda hacerlo, un tal Mitt Romney.

Las lecciones de lo sucedido en Florida ayer son, pues, varias. Y la principal de ellas es que el sistema norteamericano (una elección indirecta a través de delegados partidarios) tiene ventajas y presenta inconvenientes, entre ellos el de estimular una especie de juego entre lo que se preferiría de corazón y lo que se debe hacer. La elegibilidad final del candidato ha resultado ser el aliado imbatible de Romney. Gingrich, colorista, exagerado y más entretenido es, sencillamente, mal candidato. Y eso es todo… o casi todo.