Una mesa electoral en Túnez. / Efe
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Tranquilidad tunecina

El partido islamista Al-Nahda ha ganado los primeros comicios libres tras el derrocamiento de Ben Ali

MADRID Actualizado: Guardar
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Aun sin resultados oficiales, es un hecho la victoria de al-Nahda, (“renacimiento”) el partido islamista, en la elección de una Asamblea Constituyente en Túnez. Alrededor del 40% de los votos habría recibido el partido legalizado hace pocos meses después de una proscripción de décadas.

Detrás estarían “Ettakatol” (una fonetización de la palabra árabe para “foro” cuyo nombre oficial, y demasiado largo, es “Foro Democrático por el Trabajo y las Libertades”) dirigido por Mustafá ben-Jaafar, con un 15-16% y tercero sería el “Congreso por la República” del veterano opositor Moncef Marzuki, con un porcentaje parecido.

Esto era esperado en lo relativo a los islamistas y la buena prestación de Marzuki, también, pero no que el más novedoso de los partidos, “Ettakatol” fuera el segundo, lo que explica la otra novedad, el cuarto puesto, por debajo de lo previsto, del “Partido Democrático Progresista”, la oposición tradicional, de centro-izquierda, dirigido por Ahmed Néjib Chebbi con una fuerte cabeza de lista en la capital y codirigente de hecho del partido, Maya Jribi.

Éxito institucional, popular y nacional

En primera instancia hay que subrayar la satisfacción social que respiran el país y sus nuevos dirigentes por la elevadísima participación (cercana al noventa por ciento), la campaña electoral, con escasos incidentes, la transparencia en el recuento, el trabajo de la comisión electoral y las fuerzas de orden público que han traído, por fin, la fiesta democrática al país pionero en la “primavera árabe” (empezada en Túnez, en efecto poco antes de la Navidad pasada).

La elección estaba prevista inicialmente para el 24 de julio, pero debió ser aplazada – y los hechos han probado lo razonable de la decisión – para dar más tiempo a la gran Comisión para las Reformas Políticas a crear el cuadro legal adecuado, a los partidos para fortalecerse o echar a andar y al público para que aprovechara mejor el debate.

En este orden hay que subrayar que, en primera instancia, el más perjudicado por el aplazamiento pareció ser en su momento Al Nahda, porque como gran partido clásico, con el antecedente ya lejano pero relevante del “Movimiento de la Tendencia Islámica” y un dirigente carismático, Rachid al-Ghannuchi, estaba bien implantado y organizado. En Egipto también los veteranos “Hermanos Musulmanes” han aceptado la demora en la fecha de la elección legislativa, que finalmente tendrá lugar el 29 de noviembre.

Impresiones, hechos, cifras

Los islamistas, sabiéndose favoritos, han hecho una campaña destinada sobre todo a no inquietar a los otros votantes, prácticamente todos laicos y algunos directamente laicistas, que no es exactamente lo mismo. Su secretario general, Hamadi Jebali, ha sido el portavoz político central en esta tarea y se ha comprometido de modo inequívoco no solo con la condición secular del Estado que reciben, sino a separar la religión de ese Estado. Y no lo hacen solo, o tal vez, como se quiera, por convicción, sino por conveniencias políticas obvias y excelente sentido táctico.

En efecto, aceptando que ha recibido el 40 por ciento de los votos, resulta que – con su aprobación explícita – la nueva ley electoral, aprobada por unanimidad a principios de abril pasado, beneficia fuertemente a los pequeños partidos, pues establece un sistema de representación proporcional con los restos muy elevados, de modo que crecieron exponencialmente las posibilidades de que pequeños partidos obtengan escaños. Se trató de que todas las sensibilidades estuvieran, a ser posible, en la nueva cámara que, no se olvide, es constituyente.

Basta sumar los porcentajes mencionados para entender en términos aritméticos que con el mecanismo adoptado habrá una Cámara muy fragmentada y en la que la mayoría absoluta es imposible. Algo muy conveniente cuando se trata nada menos que de redactar la nueva Constitución. Hasta aquí, pues, el proceso en marcha en algunas instancias de diabolización de los islamistas no se sustenta en hechos concretos ni parece racionalmente defendible.

Estado y sociedad

Debe formarse también, y sin tardar, un gobierno interino (en la medida en que su duración será la de los trabajos parlamentarios y habrá una elección definitiva tras la promulgación de la Carta Magna) y sería muy conveniente que fuera de amplia base y de corte técnico en algunas áreas, para evitar la politización de las decisiones, considerando sobre todo que la situación económica es delicada por la fuerte caída del número de turistas (los europeos y sus tour operators han preferido, por lo visto, la vieja seguridad de Ben Alí y su omnipresente policía a la normalidad pro-democrática que en verano era un hecho innegable).

EL Estado es … el que era. Y muchas cosas no cambiarán en absoluto, incluyendo el estatuto de la mujer, obra del padre de la independencia, Habib Burguiba, que prohibió la poligamia y fomentó la absoluta igualdad de sexos, lo que al-Nahda se ha comprometido ya a preservar, como la paridad en las listas, convertida nada menos que en obligatoria por la nueva ley electoral. Una cierta, y en la capital muy visible, tonalidad liberal, europea, seglar y libre de coacciones ambientales no puede ser alterada en Túnez por nadie que desee gobernar. Y los islamistas, muy sensibles al exitoso modelo turco de islamocracia, lo saben de sobra.

Lo que empieza es, no obstante, la clave de bóveda sobre la que se asentará, el país para largo tiempo si todo sale bien. Al Nahda ha hecho ya, sin resultados oficiales, una oferta a los partidos de centro e izquierda que así, en plural, son varios y relevantes, para formar el ejecutivo de transición. Una iniciativa que equivale a una fuerte señal de cuál entiende ser su práctica política.