Beyonce acudió al partido. / Reuters
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Djokovic agranda su leyenda a costa de Nadal

El tenista serbio gana por 6-2, 6-4, 6-7(3) y 6-1 al mallorquin y levanta su primer Abierto de Estados Unidos

MADRID Actualizado: Guardar
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Hay encuentros que cambian este deporte. Hay partidos que marcan un antes y un después. El espectáculo ofrecido este lunes por Rafael Nadal y Novak Djokovic no solo cumple estas dos características, sino que tiene el privilegio de entrar en el Olimpo de los mejores partidos de la historia. El maravilloso duelo ofrecido por los dos mejores tenistas del momento tuvo en Djokovic a su protagonista. Porque es su momento. Es su año. El serbio, un tenista que ha ganado 64 choques y solo ha perdido dos, demostró el porqué de su éxito en el 2011. Tras cuatro horas y diez minutos de tenis del máximo nivel, el balcánico se alzaba con su tercer Grand Slam de la temporada por 6-2, 6-4, 6-7 y 6-1.

El excelso tenis de ambos jugadores fue de menos a más con el paso de los puntos. Desde el inicio del choque, los restos dominaron a los servicios. En cuatro de los cinco primeros juegos, los restadores obtuvieron al menos una oportunidad de romper el saque de su oponente, señal inequívoca de la poca eficacia que tenían. En ese contexto, Nadal consiguió golpear primeramente y así conseguir la rotura de servicio. Pero Djokovic pegó más fuerte y de manera más prolongada.

El serbio fue poco a poco yendo a más, cogiendo confianza en sus golpes, tirando cada vez más duro y buscando todos los ángulos de la pista. Mientras el primer cabeza mejoraba, al de Manacor le faltaba agresividad. Sus tiros apenas mordían y eran incapaces de superar la línea de saque. Esa falta de profundidad facilitaba demasiado la tarea al serbio, quien supo aprovecharlo endosándole un parcial de 6-0 al mallorquín.

En el segundo set, el guión fue prácticamente calcado al primero. Con 2-0 para Nadal y servicio, el balcánico se sobrepuso al saque del balear. En ese juego, en el que el español tuvo oportunidades de sobra para cerrarlo y ponerse con una clara renta en la manga, aparecieron el resto y el físico de Nole. Tras un punto maratoniano, dentro de un juego que duró más de quince minutos, el número uno del mundo jugó a lo Nadal. Es decir, llegó a bolas imposibles, devolvió golpes impensables y cerró un juego que le catapultó hacia la igualada del choque.

Todo de cara para el serbio

La dureza del encuentro iba ‘in crescendo’. Tras 90 minutos de partido apenas habían disputado doce juegos. Y esa cicatriz en el estado físico de ambos parecía afectar únicamente al español. Después de fallar el remate que supuso el primer ‘break’ de Nole en el segundo set, el rendimiento del manacorense bajó.

En ese momento, no era una cuestión de juego. No era un problema de golpes . Era una cuestión de mentalidad. Ni siquiera Carlos Ramos, el juez de silla, que le pitó un ‘warning’ por tardar demasiado tiempo entre punto y punto, era capaz de resquebrajar el inmejorable estado de concentración del balcánico. Porque Nole dominaba todas las facetas del juego.

Pegaba más duro con su derecha, servía mejor, su revés continuaba mostrándose inquebrantable, no erraba una volea y, por si era poco, las dejadas le funcionaban a la perfección. En definitiva, todo su tenis era mucho mejor que el del balear. Y lo que era peor, le estaba desquiciando, lo que le impedía encontrar soluciones. Pese a que Nadal estuvo cerca de convertir la enésima remontada, gracias a un ‘contrabreak’, una vez más el primer cabeza de serie retomó la iniciativa del encuentro, se metió en la pista y trituró al campeón del Abierto de Estados Unidos la temporada pasada.

El mejor set en mucho tiempo

Con dos sets a cero para el serbio, el panorama no podía ser peor para el número dos del mundo. Aun así, Nadal subió su nivel y aumentó sus prestaciones. El problema para él, enorme fortuna para los espectadores de la central de Flushing Meados, fue que Djokovic también lo hizo. El resultado fue el mejor posible: la calidad del partido aumentó progresivamente hasta un nivel difícilmente repetible. Los ‘palos’ caían haciendo volar a ambos jugadores de lado a lado. Los juegos se eternizaban ofreciendo oportunidades sin descanso. En esa espiral de alternancias, las roturas de servicio eran aprovechadas por los dos.

En medio del mejor tenis que se recuerda en mucho tiempo, el enorme desgaste físico de los dos mejores jugadores del momento hacía mella. El alma impulsaba cada golpe. El corazón arropaba a todos los movimiento. Cada intercambio y desplazamiento era una oda al tenis. Y como homenaje a los espectadores y aficionados, el destino quiso que los dos tenistas del momento regalasen a la historia del deporte de la raqueta un ‘tie break’ definitivo. En él, con ambos jugadores dando hasta el último aliento, Nadal se empeñó en ganar la muerte súbita y así alargar un encuentro que ya había pasado a la categoría de mítico y épico.

Tras el heroico esfuerzo de la tercera manga, Djokovic apostó por pedir la ayuda del fisioterapeuta por problemas en la espalda, y de paso cortar el ritmo del encuentro. Y no le fue mal. Como era lógico, una vez concluida la extenuante tercera manga, el ritmo cayó, algo que aprovechó Nole. Los dolores en su cuerpo desaparecieron rápidamente para él y el mejor tenista del mundo dominó de principio a fin la manga.

Nadal, totalmente destrozado físicamente, no hincó las rodillas. Luchó hasta el último punto, evitó la palabra rendición y dio todo lo que tenía dentro. Desafortunadamente para él, el ser humano que tenía enfrente parecía no acusar el esfuerzo y le arrolló en el cuarto set. De nuevo, Novak Djokovic demostraba tener cogida la medida al balear. De nuevo, el serbio vencía a Nadal en una final, la sexta del año. De nuevo, el mejor tenista de la temporada escribía una página más en su histórica y difícilmente repetible temporada en la que ha erosionado un mito, el del español, y ha escrito con letras mayúsculas su propia leyenda.