Noruega, el otro huevo de la serpiente
El terrorismo islámico ha sido el que más víctimas y dolor ha causado en Europa, pero con esa excusa no se pueden minusvalorar otras semillas de violencia con el mismo o mayor peligro
MADRID Actualizado: GuardarAdemás de las jóvenes vidas segadas de modo tan absurdo y tan inútil, la matanza de Noruega ha desatado un intenso debate sobre si fue un asesino enloquecido y solitario o fruto del caldo de cultivo del movimiento xenófobo y anti-islámico que va ganando terreno en Europa. Los primeros en poner distancias con lo sucedido han sido precisamente las formaciones políticas más cercanas a las ideas de Anders Breivik, empezando por el Partido del Progreso, pero no todas.
Es difícil no ver en el terrorista noruego un fanático desequilibrado, pero igualmente difícil es no ver el peligro que encierran las ideas que propugnan una Europa blanca y cristiana, limpia de elementos islámicos y a favor de las expulsiones drásticas de emigrantes. La expresión y defensa de estas ideas, si no hay un llamamiento expreso a utilizar la violencia, suelen estar amparadas por la libertad de expresión y no están prohibidas, pero el riesgo de que muevan a una acción criminal como la de Breivik no parece improbable.
Contra la invasión islámica
Resulta al menos inquietante que las ideas que plasmó Breivik en su manifestó y que pudieran parecer exageradas o dementes lleguen a ser apreciadas por destacados personajes públicos europeos. El exministro de Silvio Berlusconi y miembro de la Liga Norte, Francesco Speroni, en unas declaraciones a Radio24 condenó la acción asesina en Oslo pero consideró que "las ideas de Breivik defienden la civilización occidental". En la misma línea, otro integrante de la Liga, el eurodiputado italiano Mario Borghezio, fue más allá y declaró que "la oposición al Islam, la acusación a Europa de rendirse antes de combatir, son posturas correctas… La cruzada contra la deriva islamista es sacrosanta". En su opinión, «el 'no' a la sociedad multirracial, la crítica al miedo de una Europa que parece resignada a la invasión islámica y hasta la necesidad de una respuesta común y cristiana de tipo templario contra la difusión de ideas 'mundialistas' son un patrimonio de todos los europeos», entre los que se incluye él mismo. Resulta difícil no ver el peligro en esas declaraciones, del mismo modo que se observa en las de los imames salafistas que predican la Yihad en las mezquitas. Ambos discursos, son solo palabras, pero palabras cargadas de violencia implícita.
Incluso en el caso de que no haya un desequilibrado que lleve a la práctica esos planteamientos extremistas, la contaminación cultural y social de ese tipo de mensajes en la convivencia cotidiana resulta sumamente dañina. En momentos de grave crisis económica, la perversión ideológica de esas consignas tiene el terreno abonado para germinar en partidos políticos que utilizan la supuesta superioridad de un grupo humano sobre otro para perpetrar abusos, desigualdades e injusticias.
Puede que se trate de un loco con una adolescencia complicada o jóvenes desencantados atraídos por una religión que les promete el paraíso, pero desgraciadamente Europa ya ha sentido los efectos de esas tentaciones destructivas. Hasta ahora ha sido el terrorismo islámico el que ha causado más víctimas y dolor, pero eso no quiere decir que con esa excusa dejemos crecer otro huevo de la serpiente con el mismo o mayor peligro para nuestra convivencia.