LA EXPOSICIÓN DEL AÑO

Antonio López «de cuerpo entero»

El genial artista manchego 'pilota' en el Thyssen un viaje autobiográfico de Grecia a Tomelloso con escala en la Gran Vía

MADRID Actualizado: Guardar
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"No hay trampa ni cartón. En esta exposición están mis aciertos y mis errores, los momentos lúcidos y los mal resueltos desde mis 17 años hasta hoy. Estoy de cuerpo entero, tal como soy, y con obra aún en proceso. Aquí está mi vida, con lo mejor y lo peor". Así presentaba Antonio López García (Tomelloso 1936) la soberbia exposición que le dedica el Museo Thyssen-Bornemisza. Es su esperado reencuentro con el público de casa casi 20 años después de su última exposición en España, en el Reina Sofía. Es un viaje autobiográfico "pilotado" por el propio artista manchego que va de la actualidad a sus orígenes, de la Grecia que evocan sus últimas esculturas a su Tomelloso natal con escala en la Gran Vía a través de 130 obras que recorren toda la trayectoria de este mago de la figuración. Un genio singular y ser un ser humano excepcional, tan bondadoso como humilde, que se confesaba "contento y feliz" por su reencuentro con el público. Un artista único que aporta con un eslabón más a la cadena que una su pintura con Goya o Velázquez.

Buena parte del centenar largo de obras reunidas en la muestra del Thyssen hasta septiembre, entre dibujos, esculturas y pinturas, son inéditas o vistas muy rara vez. La mitad proceden de su estudio. Entre las que más expectación han generado, la serie de la Gran Vía madrileña, media docena de óleos inacabados en los que López lleva décadas trabajando. Se exponen por primera vez en conjunto en torno a uno de los emblemas de su pintura, su visión del amanecer en esta avenida desde el cruce con la calle de Alcalá. Un cuadro, este sí acabado, que es uno de los hitos del arte figurativo contemporáneo.

"No me importa nada mostrar mis obras en proceso; no me avergüenza" explicó el pintor que se vacía en esta muestra que él quiso centrar en las dos últimas década pero que los comisarios, su hija María y Guillermo Solana, director del Thyssen, han hecho recorrer toda su vida creativa. Expone piezas como el bronce del 'Hombre tumbado' que hace dos días estaba en su taller; algunas copias de escayola de cabeza clásica griega realizadas hace nada; sus visiones de Madrid desde los cuatro puntos cardinales; la maquetas de su descomunal 'Eva de Coslada' -más de cinco metros de altura-; las cabezas de sus nietos en bronce, yeso barro o vidrio; su único autorretrato escultórico en madera pintada y junto a su esposa 'Mari', o las obras que en las década de los cincuenta y o sesenta marcaron el inicio de prodigioso y personal camino que lo codujo a la cumbre de la figuración.

Hermoso problema

"Hay que dar la cara de vez en cuando y aquí estamos" dijo el timidísimo artista en una multitudinaria presentación, orgulloso de ser el tercer pinto que expone en vida en el Thyssen, tras Richard Estes y Avigdor Arikha. Lamenta, y cómo, no poder mostrar dos obras esenciales para él: la escultura de los reyes que no ha querido ceder el Patio Herreriano de Valladolid - "que hice con mis amigos de toda la vida, Julio y Francisco López Hernández"- y el retrato de la familia real en grupo en el que trabaja desde hace años y que ha pasado a ser "un hermoso problema, y quizá la obra más importante de mi vida". "Es un cuadro que me ha hecho mucho bien.

La escultura me enfrentó a la necesidad de volver a la figura humana, algo que no había hecho en la pintura hasta que llegar a este cuadro en el que sigo trabajando" explicó. "Me asombra no haber pintado una figura humana completa antes de las cinco de la familia real. Lo tengo en casa y seguiré trabajado en él. Es un enorme placer tenerlo y entregarle tanto trabajo y tanta vida" dice sobre este encargo crucial. Sabe que será uno de los cuadros de su vida y que la historia lo comparará con los lienzos en los que Goya y Velázquez retrataron a la realeza

Cortejo

Guillermo Solana confesó no haber experimentado antes "una satisfacción tan grande al presentar una exposición". Lo hizo en el abarrotado salón de actos al que rara vez acude tanto público y tantos informadores. Explicó Solana pormenores del "prolongado y laborioso cortejo" necesario para que el maestro de Tomelloso volviera a exponer 18 años después en lo que supone "el anhelado reencuentro del artista con su público".

Un público que quizá se sienta desconcertado por la disposición no cronológica de una muestra que va de la actualidad al pasado y que repasa "la amplia y abundante producción, contra lo que se piensa, de sus últimos veinte años". Una época fructífera en la que "Antonio López ha creado algunas de sus mejores obras maestras" según Solana. Un material dividido ahora en torno a los tres grandes núcleos que para Solana estructuran la producción de Antonio López: la ciudad de Madrid, los árboles y la figura humana que se plasman en la pintura, el dibujo y la escultura, respectivamente.

Solana propone como "descubrimientos" las obras del primer Antonio López de los años cincuenta y sesenta, algunas poco vistas y que, según el comisario, completan una suerte de "autobiografía" del artista en contraposición a su obra reciente. Pasado y presente conforman, según Solana, "dos exposiciones pilotadas por el propio artista que cuenta al público cuáles han sido las preocupaciones más íntimas que quería mostrar".

Enfrentarse a "todo" su trabajo le resulta a Antonio López "enigmático y sobrecogedor". Espera que el espectador "disfrute de la obra de un pintor que hace escultura y que es un apasionado del dibujo, de un artesano que expone su trabajo pero que debe hacerlo con la misma humildad con al que un campesino muestra sus sandías para venderlas"