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Emoción global

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Las emociones humanas no responden a la linealidad ni al control que a veces nos gustaría. En realidad, casi ninguna de las capacidades humanas describe un gráfico predecible linealmente. Es cierto que hay personas más estables que otras, pero también que un determinado suceso, personal pero también colectivo, puede cambiar esa curva que hasta entonces había sido de estabilidad por otra de desequilibrio. De esa manera, las emociones a veces son como un terremoto. La publicidad y la política desde casi siempre, y últimamente algunos medios de comunicación también, han sabido aprovechar la maleabilidad de las emociones humanas y su vulnerabilidad a la manipulación para conducir la realidad en favor de la materialización más probable de determinados escenarios. El esfuerzo que se está haciendo desde distintos sectores para asociar en el imaginario colectivo el terremoto de Lorca con la central nuclear de Cofrentes, a 200 kms de distancia, no es más que una prueba en esa dirección.

El terremoto de Lorca es una tragedia para todas las familias afectadas. El dolor, la impotencia, el miedo, el pánico, la desesperanza y el estrés postraumático son cuadros emocionales y sintomáticos comunes al trauma producido por este tipo de desastres naturales. En quienes no lo han padecido directamente por sí mismos o a través de personas cercanas, sino que asisten al trauma a través de la información que reciben, también se desencadenan emociones. Cuando los medios de comunicación funcionaban en la era analógica, la mayoría de esas emociones del espectador se vinculaban a la capacidad humana de ponerse emocionalmente en el lugar del otro, proceso conocido como empatía. En cambio, la digitalización de los medios de información, la televisión e Internet y sus redes sociales de multicontactos forman un conjunto que acercan tanto los escenarios a la persona que no está directamente en ellos que puedes ver, escuchar y sentir lo que está sucediendo. En términos emocionales, este formato trasciende la empatía y nos lleva al terreno de la emoción directa. Es cierto que la mayoría de las personas no sentirán el pánico, ni el estrés postraumático ni el dolor propio de alguien afectado individual o familiarmente por una tragedia... pero sí pueden aproximarse a sentir igual nivel de desesperanza o de impotencia, también una escala alta de tristeza o de ansiedad, por supuesto siempre dependiendo de cada persona en concreto. Sin embargo, lo más interesante de este fenómeno es el efecto amplificador que tiene lo que podríamos denominar efecto contagio de las emociones o preactivación emocional. El reciente suceso de la central nuclear de Fukushima en Japón ha preactivado emocionalmente al mundo. El sistema emocional humano tiene una peculiaridad: se activa muy rápido y se desactiva muy lento. Por eso a veces podemos cambiar de idea sobre algo pero es más lento que cambiemos lo que ese algo nos hacía sentir. De este modo, buena parte de lo que a quienes no han sufrido el terremoto de Lorca directamente todo el trauma murciano les está haciendo sentir está preactivado por Fukushima. Y ahí tenemos otro fenómeno: la interrelación emocional global.