El equipo de Ferguson ha evitado la sorpresa con dos goles en la primera media hora de partido./REUTERS/Ina Fassbender
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El rodillo del United también es tradición

El equipo inglés gestionó la ventaja de la ida (0-2) y de nuevo arrolló al equipo de Raúl y Jurado

MADRID Actualizado: Guardar
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La historia alemana educa a sus ciudadanos para persistir y jamás rendirse mientras hay posibilidades. Así se ha construido su identidad y se ha extendido a ámbitos como el fútbol, donde los equipos germanos son temidos y respetados por su calidad de irreductibles. Estas condiciones deberían ser necesarias para tareas como la remontada que necesitaba el Schalke para llegar a Wembley.

Estaba en contra de todas las estadísticas, de las costumbres del United y, sobre todo, del equipo compacto que ha ensamblado sir Alex Ferguson aunque cambie todas las piezas de la máquina. Desde el primer minuto trataron de convencer los germanos de que su intención era la remontada al escéptico entrenador escocés, capaz de reservar a sus mejores hombres para el partido de la Premier League del próximo fin de semana. Presionaron los alemanes, corrieron como les mandaba el procedimiento y se confiaron a la épica, pero los futbolistas del United miraron a los ojos de sus rivales y vieron que la fe era sólo una pose.

Una resistencia de media hora

Para mayor desventaja de los visitantes los ingleses establecieron a la media hora una nueva distancia de seguridad con dos tantos. Primero Gibson ofreció un magnífico pase a Valencia y unos minutos después el primero sumó un gol a su excelente asistencia. Fueron dos zarpazos a la semifinal y la moral de los alemanes. Incluso cuando Jurado respondió recortando diferencias el miedo nunca apareció entre los de Ferguson. De hecho, el Manchester United mantuvo su ritmo y estilo sin permitir al Schalke arrebatarles la iniciativa o enloquecer el partido.

Sin emoción, sin temblores en las piernas, sin que los alemanes creyeran en su propia esperanza, los ‘diablos rojos’ prolongaron durante todo el partido su concentración y el juego sencillo con el que se han paseado en semifinales. El resultado fue simplemente el control absoluto del juego ante el equipo revelación, más activo pero en el que sólo destacaron la visión y la movilidad de Jurado.

Del trabajo irreductible de los alemanes y de Raúl, el futbolista que mejor encarna el rito germano, no hubo más noticia que la acumulación de kilómetros en sus piernas y la acumulación de delanteros a los que nunca llegó el balón. Al final, ni siquiera el rito de la tenacidad germana animó un final de partido en el que los goles de Anderson apuntillaron a su rival. Las sorpresas, la vía heroica y la emoción se aplazaron porque el Manchester United ha establecido su propia tradición: será su tercera final en cuatro años. Wembley espera a los habituales.