El poeta chileno Gonzalo Rojas. / EFE
PERFIL | GONZALO ROJAS

Un marinero en Madrid

El poeta ha fallecido a los 93 años de edad tras dos meses ingresado por un accidente cardiovascular

MADRID Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Con su sempiterna gorra de marinero, infatigable y con una inmensa sonrisa. Así se paseó, día tras día, por Madrid el poeta chileno Gonzalo Rojas cuando en 2004 vino a recoger el premio Cervantes de manos del Rey. Hoy ha fallecido a los 93 años, pero deja miles de poemas como "relámpagos". Y es que así entendía "el poeta más poeta" el hecho poético, desde que a los seis años escuchara y sintiera la palabra "relámpago" durante una tormenta que se desencadenó en su lugar de nacimiento, Lebu, en un puerto marítimo de Chile.

Desde entonces, esa palabra encarnó su manera de entender la poesía: "una relámpago, un fuego, una sacudida" vestida de palabra y con la que este hijo literario de Neruda, Huidobro y Gabriela Mistral, alumbraba al mundo para interrogarle sobre la vida, el amor, el erotismo, el humor y la ironía.

Irreverente, inconformista, divertido y muy vital, el poeta Gonzalo Rojas estuvo en Madrid varias semanas para, además, de recibir el premio Cervantes, hacer diferentes presentaciones de sus libros, como la 'Metamorfosis de lo mismo', 'La reniñez' y un CD en el que recitaba una antología de su poemas que él mismo leyó en 1996 en la Residencia de Estudiantes, "la morada de los dioses" como la llamaba y donde se alojaba cada vez que visitaba la ciudad.

Uno poemas recitados por una voz muy peculiar y "silábica", como el la definía. Rojas era pura música. "Yo siempre me fío de la oreja, con ella me aproximo a la ritmicidad", explicó a un auditorio de la Residencia de Estudiantes que estuvo entregado al poeta hasta el final. Porque, además, Rojas era capaz de imitar y reproducir el ritmo y la gangosidad de uno de sus autores más amado, Pablo Neruda.

El limite de la conciencia

Así, el 23 de abril de 2005 Gonzalo Rojas acudió a la ceremonia de entrega del Cervantes en Alcalá de Henares vestido con un elegante chaqué negro pero con su eterna gorra de marinero. "Esta gorra es el límite de mi conciencia", dijo a los periodistas que le esperaban. Y en su discurso de agradecimiento volvió a embelesar al personal con un texto con el que el poeta silbaba en cada palabra, modulando su voz y desafiando al viento, elemento que siempre ha estado presente en toda su obra.

No en vano, este hijo de minero que perdió a su padre a los cuatro años a causa del gas grisú, experiencia de la que dijo que "aprendió más cosas que en todos los manifiestos", amó el mar y el viento por encima de todo. "Reto a quien me quiera contrariar para que me encuentre un texto más hermoso sobre el mar que el 'Monumento al mar', que escribió Huidobro!, dijo. "Hay que leerlo releerlo y meter la nariz en ese mar", recalcó.

De su devoción hacia el viento también habló en Madrid, durante la presentación de 'La reniñez', el libro que llevaba ilustraciones de su compatriota Roberto Matta. "El viento es lo primordial para mi. Funciona como un silbido, como un sonido y un zumbido", espetó y al tiempo precisó que cuando le preguntaban qué es poesía respondía: "un aire, un aire, un aire nuevo no para respirarlo, sino para vivirlo".