violencia machista

«Cristina me decía todos los días que la iba a matar»

«Me golpeó con una catana y me cortó el cuello con un cuchillo», relata el amigo de la joven de Cruces asesinada por su 'ex'

BILBAO Actualizado: Guardar
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Aingeru Cerecedo, de 29 años, empezó el pasado 6 de diciembre su segunda vida. Consciente de que está «vivo de milagro», rompe su silencio desde el hospital de Cruces donde aún sigue ingresado con una traqueotomía que no le impide contar con crudeza cómo ocurrieron realmente los hechos y relatar el terror que día a día asfixiaba a Cristina Estébanez. «Desde que la conocí me decía casi todos los días que la iba a matar. Tenía que aparcar el coche enfrente del portal y salía corriendo; yo le decía: 'Ésta no es forma de vida'». Aingeru revela además que el asesino no entró por la puerta en la vivienda de la joven, un décimo piso en La Inmaculada en el barrio baracaldés de Cruces, sino que «forzó la puerta de los camarotes, abrió la trampilla y se descolgó por la fachada» con una cuerda hasta el balcón. «No tenía llaves porque había cambiado la cerradura».

Aquel día, en pleno 'puente' de la Inmaculada, Aingeru acompañó a Cristina a su casa alrededor de las siete y media de la tarde. «Fuimos a por el perro», recuerda. La joven acostumbraba a pasear a diario a 'Noa', una boxer marrón atigrada de año y medio. «Acompañé a Cristina a su casa como muchas otras veces. La conocía desde hace un año y ocho meses. Era su vecino y su único apoyo». Aingeru trabaja en un taller mecánico situado en el barrio de Cristina. «La cerradura tenía muchas vueltas y con cada vuelta la perra se ponía más nerviosa». Para entonces, el presunto asesino -S.M.G. de 22 años y origen cubano- les esperaba dentro, armado con una catana y un cuchillo, aunque ellos ni se lo imaginaban.

Al entrar, Cristina cerró la puerta con pestillo -«tenía miedo», insiste el joven-. La joven, de 22 años, había presentado una denuncia contra su ex novio por amenazas al haber intentado irrumpir en la vivienda por la fuerza, y el juez dictó contra él una orden de alejamiento. Además, tenía antecedentes: «Una sentencia por una agresión a un chico, otro juicio pendiente por lesiones por una paliza a otro y por entrar a robar en el desguace de Islares», enumera. «¿Cómo le ponen una triste orden de alejamiento con tantos antecedentes?», lamenta.

«Atravesamos el pasillo y llegamos hasta la habitación de Cristina», recuerda. «Sentí que me empezaban a golpear por detrás y cuando me dí la vuelta vi que era una catana. Se la tiré al suelo y sacó un cuchillo, le agarré del brazo pero esa vez se me resbaló y me cortó en el cuello. Mientras me apuñalaba, me decía: 'shhh...'». Después «salí corriendo y se quedó sola en casa».

Aingeru bajó en ascensor hasta la calle tapándose la herida del cuello con la mano. «Me acordé de que el videoclub estaba abierto y entré». Isabel, la dueña del negocio, llamó a la Policía. «Me senté a esperar a la ambulancia y me hice un torniquete con la manga de la chamarra, los médicos dicen que eso me salvó la vida. Desde allí veía el hospital de Cruces, pero sabía que si iba andando me desangraría». Su mente seguía puesta en el décimo piso. «¡Subid, que la mata!», repetía Aingeru. Después, cuando estaba en la UCI, se enteró de que el mal augurio se había cumplido.

"Es un demente"

El cuerpo de la joven apareció con un cuchillo clavado en la nuca. 'Tenemos malas noticias para tí', le dijeron «y yo ya sabía lo que había pasado». A él le había cortado «parte de la traquea, venas, vasos, músculos...». Le tuvieron que dar más de cien puntos internos de sutura y le colocaron 36 grapas para cerrar la herida. Los médicos le han asegurado que como secuela física sólo le quedará una cicatriz. «Es un demente, alguien que se descuelga desde una fachada y lo tiene todo premeditado... no está bien». Aunque asegura que no le tiene miedo, «nunca lo he tenido».

Cristina intentó dejar a su agresor «en varias ocasiones, pero no podía, tenía miedo. Una vez la intentó tirar por el puente de Rontegi y le decía: 'Te mato, me voy a Cuba y ya volveré'». El pasado verano, Aingeru se la llevó varios meses fuera, y el ex novio fue a una comisaría a denunciar que «su novia había desaparecido». Según Aingeru, el presunto homicida, que está ingresado en prisión provisional en la cárcel de Basauri, «tenía atemorizado a todo su entorno».

Tras cometer presuntamente el asesinato, S.M.G. huyó y se refugió en casa de su madre, que llamó a la Policía. Según ha podido saber este periódico, cuando fue detenido, tenía puestas unas zapatillas de Cristina, que supuestamente había cogido en la casa. Cuando cometió la agresión, iba vestido completamente de negro, con gorro y guantes. Al parecer, también llevaba un arnés con el que supuestamente se descolgó desde el tejado. La Ertzaintza localizó una cuerda de escalar.

Anímicamente destrozado, Aingeru volverá estas Navidades a casa de sus padres, una vez que le den el alta. «A Cristina ya no me la va a devolver nada ni nadie. Que un amigo se te muera por una enfermedad es muy duro, pero que te la quiten así en un minuto...». Aingeru quiere ahora que se haga «justicia», «que no la consideran una cifra, un número más, sino una víctima».