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Álex de la Iglesia: «Para valorar a alguien necesitamos que esté muerto y sea de fuera»

El director vasco lleva los sentimientos al extremo en 'Balada triste de trompeta', que se estrena este viernes

MADRID Actualizado: Guardar
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"No es extrema. Es extremista". Con esta contundencia radical y a la vez sencilla, resume Álex de la Iglesia su última pelcula, Balada triste de trompeta. Es su primer trabajo cinematográfico desde hace tres años, cuando realizó su aventura inglesa con Los crímenes de Oxford, y desde que se convirtió en presidente de la Academia. Su regreso ha sido una recuperación del lado más violento, agresivo y crudo que expuso en Acción mutante o la aclamada El día de la bestia. "En la película todos los sentimientos están a flor de piel", ha indicado durante la presentación del film, que se estrena el próximo viernes con 300 copias.

Toda la complejidad de la película es reducida por el realizador a un triángulo amoroso entre el Payaso Tonto (Antonio de la Torre), el Payaso Triste (Carlos Areces) y la trapecista (Carolina Bang) del circo donde trabajan en los años finales del franquismo. "A ella le gusta el sexo duro y al Payaso Tonto también, pero así no puede vivir. La trapecista necesita el descanso de alguien que no se ría todo el rato", ha esbozado el realizador vasco.

Los dos payasos se mueven condicionados por su pasado, por lo que han sido en sus años más jóvenes. Tienen un sentimiento de culpa que les empuja hacia la perdición. "Todos tenemos un pasado terrible que nos ha marcado, lo tenemos escrito en nuestros genes", ha indicado el presidente de la Academia. El Payaso Triste, por ejemplo, es un ser vengativo porque no ha sido niño, ya que su padre le dijo antes de morir que no se fiara de nadie. En cambio, el Payaso Tonto, el que hace reír a los niños, esconde un lado oscuro: es un alcohólico, maltratador y misógino. Unos perfiles y una historia que sólo encuentran acomodo con el lenguaje más fino, el de la comedia. "Es el lenguaje de los dioses", ha puntualizado el director, rodeado de todos sus actores.

Detrás de las miserias

Pero los payasos no son muy diferentes de las personas corrientes. "Ellos esconden sus problemas, sus traumas tras el maquillaje y los disfraces. Nosotros nos disfrazamos para salir a la calle. En vez de pintarnos la cara y ponernos una bola roja en la nariz, nos relacionamos con los demás pero ocultando nuestras miserias y miedos", según De la Iglesia. Intentamos ser agradables y correctos, porque es nuestra única manera de sobrevivir. "Nos obligan a disfrazarnos porque nos da miedo debatir y llegar a un acuerdo, como si estuviera mal visto", ha apuntado en un torrente verbal.

Y la sociedad es el ejemplo del país. Porque España también tiene algo circense. "Vivimos las cosas de una forma histriónica", ha apuntado. "Para valorar a alguien necesitamos que esté muerto y sea de fuera", ha señalado. Ahí están los ejemplos de Pablo Picasso (cuando es francés lo reconocemos), Luis Buñuel (se marchó a México y luego a Francia), Miguel Unamuno u Ortega y Gasset.

Balada triste de trompeta viaja por muchos de los recuerdos de su director y guionista. Al niño Álex no le gustaba el circo porque estaba situado a las afueras, en un sitio oscuro. "Luego veías a Spiderman y te dabas cuenta de que era un señor disfrazado con un traje absurdo de lana", ha comentado. La receta para superarlo está en volver a sacar los juguetes o los malos recuerdos y ponerlos encima de la mesa. "Hay que exorcizarlos. Después de haber jugado con ellos, hay que pensar por qué nos daban miedo". Y en ese viaje al pasado no podía faltar Raphael, cuya canción da nombre a la película, y que ha puesto la voz a una de las canciones. "Es un símbolo. Ha sobrevivido a todos los tiempos y es un genio. Es lo suficientemente inteligente para verse desde fuera. Su personaje supera las contradicciones", ha explicado De la Iglesia.

Balada triste de trompeta se perfila como una de las candidatas a copar muchas de las candidaturas de la próxima edición de los premios Goya. Una situación que el director bilbaíno vivirá como presidente de la Academia. "Lo llevo fatal. Intenté no presentarla. Pero los productores y la gente que trabajó en la película se negó", ha afirmado con cierta ironía. Esta doble vertiente profesional, sin embargo, le gusta. "Está bien tener treinta o cuarenta cosas en la cabeza para mantenerse activo. En lo personal, ya es otra cosa", ha puntualizado.