Soldados chiíes participan en combates de entrenamiento antes de unirse al Ejército en el sur de Bagdad para luchar contra los yihadistas. :: AFP
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Los yihadistas intensifican su guerra contra las minorías en Irak

Los turcomanos chiíes de Amerli sufren la misma situación que vivieron los yazidíes en el cerco de Sinjar por el Estado Islámico

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Una nueva localidad de Irak puede pasar a formar parte de la lista de las matanzas llevadas a cabo por el Estado Islámico (EI). El grupo islamista sigue con su política de limpieza étnica y sectaria dentro de las fronteras de lo que considera su emirato y desde hace dos meses tiene cercada Amerli, localidad donde la mayoría es de etnia turcomana y de confesión chií en la provincia de Saladino, 180 kilómetros al norte de Bagdad. La grave situación que sufren sus ciudadanos, que recuerda a la vivida por la comunidad yazidí en la montaña de Sinjar, llevó a Naciones Unidas a pedir «medidas inmediatas para evitar una posible masacre». El representante especial del organismo internacional para Irak, Nickolay Mladenovdel, aseguró a través de un comunicado que «la situación de la población es desesperada» y solicitó a las autoridades que hagan «todo lo posible» para garantizar la llegada de ayuda humanitaria o la evacuación de los 18.000 vecinos que sufren el cerco y que hasta ahora sobreviven gracias a la comida que el Ejército de Irak lanza desde el aire.

Chiíes, como cristianos y el resto de confesiones minoritarias presentes en las zonas bajo control del EI sufren la persecución sistemática de los yihadistas que exigen fidelidad al califa, Abu Baker Al Bagdadi, e imponen una interpretación muy severa del islam en la misma línea de la empleada por los talibanes en Afganistán hasta la invasión de Estados Unidos en 2001.

Todos estos grupos son apóstatas ante sus ojos. La situación se extiende de Irak a Siria donde el EI ejecutó en las últimas horas al menos a 18 personas en varias provincias. La mayoría fueron crucificadas en plazas públicas por su presunta colaboración con el régimen de Damasco, según informaciones recogidas por el Observatorio Sirio de Derechos Humanos.

Mientras los yihadistas unen los frentes sirio e iraquí, la comunidad internacional los mantiene separados, pero la situación podría cambiar. El jefe de Estado Mayor Conjunto estadounidense, general Martin Dempsey, admitió que no se puede derrotar a «esta amenaza inminente para EE UU» sin golpearle «en los dos lados de una frontera ya inexistente».

Después de más de tres años de apoyo directo a la insurgencia siria y de aislamiento diplomático al país árabe, Occidente podría terminar colaborando con Damasco para lograr derrotar al EI. El primer paso en esta guerra contra el yihadismo lo dio el Pentágono al aprobar los ataques aéreos en suelo iraquí el 8 de agosto y, como el general Dempsey, el viceconsejero nacional de seguridad, Ben Rhodes, coincidió en que «cualquier estrategia contra el EI tiene que llevarse a cabo en Irak y en Siria».

Llamada a la unidad

Las fuerzas leales al presidente Bashar el-Asad, en Siria, los 'peshmerga' kurdos y las milicias chiíes, en Irak, forman la primera línea de combate para intentar frenar el avance del EI, que desde comienzos de verano ha consolidado sus posiciones en ambos países. El descalabro del Ejército iraquí ha abierto las puertas a la paramilitarización casi absoluta de la seguridad y la minoría suní acusa a milicias chiíes de estar detrás del atentado que el viernes costó la vida al menos a 68 personas que rezaban en una mezquita en la provincia de Diyala. El nuevo primer ministro, el chií Haidar al-Abadi, llamó a la unidad y condenó el atentado que podría complicar aún más las negociaciones abiertas para formar un Gobierno y que deben concluir antes del día 10 de septiembre.

Los coches bomba han vuelto también a Bagdad donde al menos ocho personas murieron después de que un suicida empotrara su vehículo contra la sede de los servicios secretos en la capital. Y en Kirkuk, 250 kilómetros al norte de la capital, al menos diez miembros de las fuerzas kurdas murieron y otros sesenta resultaron heridos en tres ataques contra sus sedes. Dos coches bomba se estrellaron contra edificios de los Peshmerga y otro asaltó una sede de las fuerzas Asayish.