Nosotros los periodistas

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El otro día haciendo cuentas me sorprendí al descubrir que ya han pasado 18 años desde que empecé a dedicarme de alguna forma a esto de la información. Siempre, excepto pequeños paréntesis, he ejercido mi oficio periodístico en Jerez, y las circunstancias me han permitido trabajar en radio, televisión, prensa e internet, los principales soportes en el sector de la comunicación. En todo este tiempo he asistido como reportero a multitud de vicisitudes y problemas en nuestra ciudad, he sido testigo privilegiado de noticias de toda índole, y espectador activo en acontecimientos grandes y pequeños que no sólo están en las hemerotecas, videotecas y archivos sonoros sino también en mi retina, y yo diría que en mi epidermis. Si hacemos balance –algo que nos gusta mucho a los periodistas junto con las cifras- he de reconocer que jamás había asistido a una etapa de tanta conflictividad laboral en Jerez. Nunca. Hemos pasado por momentos sombríos, con despidos multitudinarios. Todos recordamos Jerez Industrial (JISA), Puleva, los continuos golpes recibidos por el sector vitivinícola, que han terminado diezmando el personal de las bodegas, o, más recientemente la fábrica de botellas. Ahora, sin embargo, faltan dedos en las manos para hacer recuento de todas las empresas que están al borde del abismo. Todas al mismo tiempo. Empezando por el propio Ayuntamiento de Jerez, los informativos se han convertido en una especie de parte de guerra en el que todos los días aparecen las víctimas de Urbanos Amarillos, Acasa, Limasa, Onda Jerez, la Fundación Andrés de Ribera, Nueva Rumasa, Rianal, los prejubilados de las bodegas, las inmobiliarias…Y lo que te rondaré, morena. La crisis y los malos momentos han ido por barrios a lo largo de los años, y ahora se han extendido a sectores que jamás olieron los problemas. Sin embargo, en todo este tiempo siempre ha habido un colectivo maltratado laboralmente, marcado por la precariedad y por sueldos bajos y, en determinados casos, vergonzantes. Un colectivo formado por profesionales que duplican y triplican las horas de trabajo que recogen sus contratos –cuando los tienen- y que se han dedicado a informar sobre las penas de los demás al mismo tiempo que se tragaban sus propias miserias. Algunas empresas de comunicación han abusado y lo siguen haciendo de gente que ama este oficio y que lleva la vocación periodística en la sangre. Ahora, en medio de esta tormenta laboral perfecta, y cuando se ha pasado de la precariedad a los despidos; ahora que hay medios echando el cerrojo en nuestra ciudad y que se plantea un Expediente de Regulación de Empleo en Onda Jerez; ahora que 4.000 periodistas se han quedado en la calle en el último año en España; ahora empezamos a levantar un poco la voz. Y más vale tarde que nunca. El pasado jueves las asociaciones de la prensa de Jerez y Cádiz convocaron una concentración en contra de la sangría a la que estamos asistiendo en el sector, y me consta que María José Pacheco y su equipo, que tan buen trabajo están haciendo, van a continuar en la misma senda. No hay otro camino. Es posible que en estos tiempos revueltos nuestras reivindicaciones se confundan entre tantas otras, pero hay que enseñar al periodista a defender también lo suyo, y a que lo siga haciendo siempre. Es obvio que no todos los profesionales de la comunicación se sienten poco valorados, mal pagados o explotados. Mi caso, por ejemplo, es el contrario. Tengo la suerte de pertenecer a una empresa que cuida a su gente y los respeta. El trabajo, la constancia y la entrega han hecho que algunos profesionales tengamos un buen puesto, pero en esta gacetilla hablo en nombre de muchos compañeros que pasan todos los días las de Caín por haberse entregado en cuerpo y alma a este oficio. Ojalá salgamos reforzados como sector profesional de esta crisis, nos quitemos complejos y nos demos cuenta de que hay veces que es necesario que hablemos de nosotros mismos. Ojalá. De lo contrario le habremos dado voz a todo el mundo, habremos arrojado luz en cada rincón, pero nadie hablará de nosotros cuando hayamos muerto. Y moriremos.