Jorge Valdano, en la presentación de José Mourinho como nuevo entrenador del Real Madrid | I. G.
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Maldito Mourinho

‘El filósofo’ jugó con Butragueño, contra Cruyff y vivió la plenitud de Maradona. Pero este intelectual con pinta de galán no ha podido con ‘Mou’

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El 22 de febrero de 2006, el Barcelona jugaba en Stamford Bridge (Londres) el partido de ida de la semifinal de la Liga de Campeones contra el Chelsea. El entrenador del equipo inglés, José Mourinho, había preparado una encerrona a la seductora y frágil tropa de Frank Rjkaard, técnico azulgrana: regó el césped, convirtió el campo en una ciénaga y redujo el partido a un duelo físico y plomizo. Le salió mal. Perdió 1-2.

Tres días después, en un artículo publicado en el diario ‘Marca’, el exfutbolista Jorge Valdano censuraba la estrategia marrullera del portugués: «Me cae bien la pose de maldito de Mourinho, pero eso no significa que crea en su inocencia. Pienso que el pésimo estado del terreno de Stamford Bridge era su plan ‘A’. El ‘B’ fue embarrar también la rueda de prensa posterior al partido, acusando a Lionel Messi de hacer teatro en la jugada donde resultó expulsado Del Horno. ¿Habla eso mal de Mourinho? Sí (...) Lo bueno del Barcelona fue confirmarnos que, a veces, el mérito le gana a la trampa. Y brillantemente».

Era evidente que a Valdano no le caía bien Mourinho. Un año antes, en otro artículo, se había reído de su mentalidad cuadriculada: «Tiene hambre atrasada de gloria y el gusto por tenerlo todo bajo control. Dos puntos relacionados con un hecho trascendente: no fue jugador de alto nivel». Los venablos del argentino fueron cayendo periódicamente, cada vez más agrios y puntiagudos: «De traductor humillado a temible estratega, ha logrado cultivar una imagen de hombre en la que convive un guapo, un ganador y un provocador. Pocos negocios hay mejores que el de hacer coincidir, en una misma persona, todo lo bueno y todo lo malo» (2006). «Mourinho es un carisma andante que no se sabe muy bien lo que representa, pero la fuerza de su imagen es imprescindible para los medios» (2008).

José Mourinho (Setúbal, 1963) quizá solo sea un «carisma andante», pero jamás olvida los agravios. Los apunta con tinta indeleble y nunca los tacha. El miércoles se cobró la venganza. La fue madurando durante todo el año, entre medias sonrisas y palabras envenenadas, hasta que encontró el momento oportuno. Tensó tanto la cuerda que el presidente, Florentino Pérez, tuvo que elegir. Con gesto serio y amargo, como si estuviera traicionando una vieja amistad, Florentino despidió a su director general, Jorge Valdano. Dijo, entre otras cosas, que prefería «conceder mayor autonomía a un técnico muy potente».

«Y casi siempre llovía»

Jorge Alberto Francisco Valdano Castellanos (Santa Fe, Argentina, 1955) ha recorrido un camino singular: ha sido futbolista, entrenador y directivo, pero también ha montado una empresa de liderazgo (‘Makeateam’), ha escrito cuentos, ha editado libros y ha colaborado con muchos medios de comunicación. A Valdano le apodan ‘El filósofo’ –no siempre con simpatía– por su verbo barroco y por la fluidez musical de su prosa, tan extraña en un gremio acostumbrado a los tópicos y a los monosílabos.

Su estampa de galán cinematográfico y su conversación educada ocultan, sin embargo, un hombre resuelto y de fuerte carácter, que maduró de golpe a los cuatro años: él estaba jugando al fútbol con sus amigos, como siempre, cuando su tía apareció, nerviosa y sollozante, para llevárselo urgentemente a casa. Su padre había muerto. Y la imagen de su madre llorando, rota de dolor y de ausencia, se le quedó grabada a fuego en el alma. Jorge se refugió en el balón y en los libros. Cada siete días iba a cortarse el pelo a la peluquería del barrio por el puro placer de leer la revista ‘El Gráfico’, un semanario ilustrado con grandes reportajes futbolísticos, bellamente escritos.

Pronto fue quemando etapas. A los 17 años debutó en la Primera División argentina y luego cruzó el charco para fajarse en el Deportivo Alavés, que entonces militaba en Segunda. Lo pasó mal en Vitoria: «Había un entrenador que daba la alineación y terminaba diciendo: ‘Si llueve, Badiola, y si hace sol, Valdano’ . Y casi siempre llovía», suele contar. Pero tuvo suerte. Mucha. En 1979, el Zaragoza decidió fichar al tal Badiola, un fulgurante extremo con pinta de crack, y también contrató a Valdano, que llegaba casi de relleno. En la noche del 11 al 12 de julio, José Ramón Badiola y Jorge Valdano tenían reservadas unas habitaciones en el hotel Corona de Aragón. Pero las negociaciones con el delantero argentino encallaron en algún fleco secundario y Jorge tuvo que quedarse un día más en Vitoria. Eso le salvó la vida. Badiola, que sí fue, se acostó tranquilamente y se levantó en un infierno. El pavoroso incendio del hotel Corona de Aragón, probablemente causado por un atentado terrorista, se cobró 80 muertos y 100 heridos. José Ramón Badiola saltó al vacío, aterrizó en el suelo y sobrevivió. Pero le quedaron secuelas. No pudo triunfar.

Durante toda su carrera, Valdano sufrió severas lesiones musculares, se rompió varias veces el peroné y contrajo una hepatitis B que acabó retirándole del fútbol a los 32 años. Pero aquella trágica madrugada del 12 de julio de 1979 le convenció para siempre de que, en el fondo, era un tipo afortunado: «Pude vivir la aparición y desaparición de Butragueño, jugué contra Cruyff, vi de cerca la plenitud de Maradona...», repasa con asombro. Y por el camino ganó una Liga argentina, dos españolas, dos Copas de la Uefa e incluso un Mundial, el de México’86, en el que compartió vestuario con un Diego Armando en la cima de su magisterio. «Conseguí estar en el lugar de los hechos», remata.

Simpatía por Castro

Valdano no se explica solo por su palmarés deportivo ni por su corta e interesante trayectoria como entrenador. El delantero argentino arrastró siempre la etiqueta de futbolista-que-lee, una conducta que parecía muy sorprendente, casi exótica, en los años ochenta. Siempre, desde que pateaba balones en su Santa Fe natal, Jorge reservó dos horas diarias para leer y esa continua lluvia de palabras ha moldeado una inteligencia cultivada y seductora, llena de referencias literarias: aquel célebre ‘miedo escénico’ con el que bautizó el temor de los equipos que visitaban el Bernabéu fue, en realidad, una expresión que tomó prestada de Gabriel García Márquez. De vez en cuando, también se anima a escribir: ha publicado cinco libros, varios prólogos y muchos artículos.

Hombre de pensamiento progresista («la derecha defiende intereses y la izquierda, ideas»), ha proclamado su simpatía por la revolución cubana y por sus mitos (Ché Guevara, Fidel Castro) y defendió al primer Zapatero. No le importa que le llamen ‘rojo’ o ‘cursi’ («a lo mejor lo soy»), pero odia que le griten ‘sudaca’ o ‘indio’ por su carga de odio racista.

Ahora, Jorge Valdano vuelve al paro. Él quería seguir, pero tampoco se llevará un mal rato. No pasará apuros económicos (ganaba más de 2 millones de euros), podrá dedicar más tiempo a sus hijos, Jorge y Naiara, y, sobre todo, respirará aliviado al descubrir que ya no tiene que convivir con José Mourinho, ese tipo cuya «pose de maldito» le hacía antes tanta gracia.