Javier Bardem saluda a la prensa a su llegada al Teatro Real. :: REUTERS
LA FIESTA DEL CINE ESPAÑOL

Dos minutos con Bardem

Glamour y veteranía en una gala deslucida por la lluvia, el frío y los abucheos por la ley Sinde contra las descargas ilegales

Madrid Actualizado: Guardar
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Rojo. Rojo sangre, rojo vino, rojo grana para vestir a lo más granado del cine español. El rojo, en todas sus versiones, fue el color predominante en la noche de los premios Goya. Rojo en los vestidos de Emma Suárez destilando veteranía en el paseíllo–, Nora Navas en versión atrevida–, Rossi de Palma en versión ‘lowcost’– o la propia ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, –elegante y sobria–, colgada del brazo del todavía presidente de la Academia, Álex de la Iglesia, también colorado, aunque el color lo llevaba en el rostro, apremiado por la incómoda situación.

Rojos también los 200 rostros vociferantes en contra de la ley Sinde apostados a ambos lados del ‘photocall’ y que, junto a la lluvia, contribuyeron a deslucir una noche extraña. Rojas también las gafas del presentador de la gala, Andreu Buenafuente, en una alfombra de 2.000 metros que ha vuelto a ser roja para celebrar los 25 años de los premios. Y, sin embargo, las estrellas más esperadas no iban de rojo. Como Belén Rueda, enfundada en verde esmeralda o Maribel Verdú, de negro riguroso y encantadora. Ambas, junto a Emma Suárez, distribuyeron con generosidad sonrisas y comentarios a la prensa.

Tampoco iba de rojo el personaje más glamouroso de la noche –por aquello de Hollywood–, Javier Bardem. Su primera aparición tras su reciente paternidad con Penélope Cruz fue eclipsante y fugaz a partes iguales. Dos minutos de posado para desaparecer como en volandas, sin apenas rozar la alfombra. Eso es, roja.